"Nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir" (Daniel Pennac)
Leer para saber, para aprender, para cultivarnos, para informarnos, para evadirnos, para distraernos, para impresionar, para seducir, para brillar, para aprobar exámenes, para satisfacer a nuestros padres, para agradar a nuestros maestros, para encontrar sentido a la vida, para conocer al otro, para descubrirnos a nosotros mismos, para iluminar el presente, para no olvidar el pasado, para desarrollar un espíritu crítico, para mejorar vocabulario, para poder hablar de libros, para aumentar el número de sinapsis neuronales alejando así el alzheimer.
Estos motivos, loables algunos y prácticos otros, no hacen grande a la lectura a no ser que hagan de cada libro "un acto de resistencia", de resistencia contra la estupidez, contra la insensibilidad, contra la avaricia, contra la hipocresía, contra el miedo, contra el asco, contra la indiferencia; en definitiva "contra la muerte". Leer contra la muerte es morir menos, evacuar la muerte de la vida dejándola sólo para el final.
En realidad leer no es necesario, pero tiene la capacidad de convertirse en indispensable cuando se hace gratuitamente, tan sólo por placer, por una íntima y profunda apetencia de más vida. Leer y luego "dar de leer", huyendo del imperativo escolar de la lectura ("el verbo leer no soporta el imperativo"), del dogma bienintencionado de las lecturas obligatorias y canónicas, de la lectura como "tarea". Dar de leer para luego dejar leer de forma "despiadada", como lo hacen los niños, de forma que el placer no se convierta en deber, que el amor no se convierta en dolor. La letra con hambre entra y no con sangre.
Dar de leer para formar lectores aguerridos y asilvestrados, capaces de saltarse páginas, abandonar libros empezados, releer hasta la saciedad libros prohibidos, abrir libros para sólo hojearlos o practicar promiscuamente la poligamia libresca sin miedo a "las enfermedades de transmisión textual" y hacerlo en cualquier lugar y en cualquier momento, sin inhibiciones. Formar lectores totales que lean y callen para que el libro hable a través de ellos.