No sabría decir dónde se esconden, ni cuántos hay, pero sé que son muchos. El caso es que la cotidianidad da cobijo a los monstruos. Y ellos, aprovechando el velo de invisibilidad que lo acostumbrado coloca ante nuestros ojos, se agazapan tras lo usual esperando su momento.
La sospecha nos empuja a abrir el armario y a mirar bajo la cama. Pero allí nunca están. No suelen dejarse ver, no es fácil encontrarlos. Hace falta la mirada del experto buscador de misterios para mostrarle al lector que los peores fantasmas siempre se esconden en lugares de lo más prosaico.
Un coche abandonado, la arena de una duna, un niño burlón, un dolor crónico, un libro electrónico o las líneas endemoniadas que fluyen a través de la mano de un periodista de crónica negra pueden servir de alojamiento temporal a los seres tenebrosos que habitan nuestras pesadillas. Pesadillas que Stephen King recoge en "El bazar de los malos sueños" a modo de cuentos oscuros, inquietantes, sorprendentes y difíciles de olvidar. El libro, según sus propias palabras, "es en realidad una especie de diario onírico, una manera de capturar imágenes subconscientes antes de que se desvanezcan", y en él el Rey del terror y del suspense ofrece sus mejores relatos, algunos inéditos, otros revisados, todos vivos y en proceso de continua modificación. En ellos tiene cabida la ciencia ficción, la fantasía, la religión, la vida después de la muerte y hasta el humor negro -porque, según King, "en lo tocante a la muerte, ¿qué puede hacer uno sino reírse?"-. Y no cabe duda de que en "El bazar de los malos sueños" el Rey se ríe de la muerte y todavía le sobran fuerzas para retorcer el pescuezo a unos cuantos diablos, agarrar al lector por la solapa, mirarle a los ojos y retarle a jugar a un juego. Un juego antiguo como la vida misma, el que inventaron hace mucho tiempo los primeros contadores de historias. El juego de la verdad y la ficción, del paralelismo entre invención y realidad, tan necesario en la literatura, porque "sólo mediante la ficción podemos concebir lo inconcebible, y quizá dar conclusión en cierto modo a una historia".
El lector de Stephen King conocerá sin duda esa sensación mágica a la vez que perturbadora que produce tener una de sus novelas entre las manos. En este caso, la sensación se magnifica porque el Lector Constante en cada relato recibe premio. Veinte historias esperan ser descubiertas, cada una de ellas con su introducción redactada por el autor en la que explica el germen primigenio, la chispa inicial que prendió en su cerebro y que más adelante, gracias a su habilidad como escritor, tomó forma de cuento. No faltan tampoco las reflexiones en torno al terror, a la lectura y a la escritura, la pasión que todavía pervive en el Gran Maestro del suspense a sus 70 años de edad.
Stephen King avisa: cuidado, Lector Constante. No te puede garantizar que tras la lectura salgas ileso, porque abrir "El bazar de los malos sueños" equivale a traspasar las puertas del infierno. Pero ¿quién podría resistirse a adentrarse en el mar de pesadillas del Rey del misterio?