"Cuando llega la noche y nadie está mirando, todo me da pavor: la vida; la muerte; el amor y la falta de él; el hecho de que todas las novedades se estén convirtiendo en hábitos; la sensación de que estoy perdiendo los mejores años de mi vida en una rutina que se repetirá hasta que me muera; y el pánico de enfrentar lo desconocido, por más excitante y aventurero que sea".
31 años, 1,75 metros de altura, 68 kilos de peso, dos hijos que son su razón de vivir y un marido maravilloso que todos los años figura en la lista de las 300 personas más ricas del país. La imagen que
Linda proyecta hacia los demás es inmejorable: una hermosa mujer de holgada posición económica, felizmente casada, a la que acompaña el éxito profesional. Todo alrededor suyo es, en apariencia, perfecto. Tiene una bonita casa en Suiza, le gusta su trabajo de periodista en un prestigioso periódico de Ginebra y suele disfrutar de sus vacaciones en lugares exóticos y paradisíacos. Linda sabe que despierta "el deseo en los hombres y la envidia en las mujeres" y reconoce ser una de esas pocas personas priviliegiadas que parecen disfrutar de una vida ideal, como hecha a medida, el tipo de existencia que muchos anhelan pero pocos pueden alcanzar.
Sin embargo, desde hace un tiempo a esta parte, esta afortunada mujer es a menudo asaltada por pensamientos invasores que le generan una profunda insatisfacción vital. Su vida es igual día tras día; en "el reino encantado" de su mundo particular siempre está todo en orden, todo bajo control, no hay lugar para la sorpresa. "Entonces, ¿esto es todo?" -se pregunta-. Ella siempre se ha esforzado en no correr riesgos para mantener la puerta cerrada a los problemas. Y es estupendo sentirse segura en esa rutina confortable, pero ¿qué espacio queda a lo inesperado? ¿A dónde fue la pasión? ¿Qué hay de la sal de la vida? En estos momentos de hastío y frustración,
Linda no puede evitar sentirse "una mujer desgarrada ante el terror de que todo cambie y el terror de que todo siga siendo igual" por el resto de sus días.
Su querido marido ni siquiera sospecha cómo se siente. Y, aunque se lo contara, puede que tampoco la comprendiera. ¿Cómo explicarle la razón de su infelicidad, cuando ni siquiera ella es capaz de detectar el motivo? Haciendo balance de su relación,
Linda está segura de que sigue amándole, pero también está segura de que ya nunca volverá a ser como antes, como cuando todavía eran "un misterio el uno para el otro".
Es en este momento de su vida cuando Linda se reencuentra con
Jacob König, un viejo conocido de su época de estudiante con el que mantuvo un romance hace muchos años. Su antiguo amor es ahora un político atractivo ante el que se abre una carrera prometedora y ella debe entrevistarle en calidad de periodista. Que Jacob tenga pareja -una profesora que imparte clases de Filosofía en la Universidad llamada Marianne- no supone ningún impedimento para que se reavive la llama entre ellos dos y se conviertan en amantes. Linda, convencida de que "todo el mundo merece vivir un cuento de hadas adulto alguna vez en la vida", suelta por primera vez las riendas y se abandona a la pasión, buscando la salida a la sensación de apatía, tratando de escapar de una existencia sin sentido que cada vez le resulta más gris e insoportable.
La reapertura de Linda al mundo, su retorno a la zona palpitante de la vida, es un avance hacia el despertar que tanto necesita, pero el camino hacia la felicidad es tortuoso y requiere de un dilatado proceso de aprendizaje. Ella empieza a recorrerlo partiendo de la
infidelidad, pero hay tantos principios válidos como personas existen. Es posible que este no sea el mejor de los comienzos hacia una existencia más plena, pero no hay ninguna duda de que en la búsqueda del amor se encuentra la clave. Lo más difícil es saber reconocerlo, aprender a cuidarlo y a trabajarlo interiormente. Como afirma uno de los personajes creados por
Paulo Coelho en "
Adulterio", "no escogemos nuestra vida, pero decidimos que hacer con las alegrías y tristezas que recibimos".