Que las relaciones han cambiado es un hecho. Al fin y al cabo, vivimos en una era cada vez más marcada por Internet y la presencia, casi continua, de una pantalla. Sin embargo, ¿podemos aplicar esta manera de comunicarnos, también, al amor? Es lo que se propone descubrir la hermana de Martina, una mujer de armas tomar que decide crearle un perfil en una red social de contactos con un único fin: encontrar al hombre perfecto para ella.
Lidia Herbada se embarca, con "39 cafés y un desayuno", en un recorrido que pretende desmitificar los prejuicios que hay alrededor de Internet y las parejas. Para ello, utiliza esta historia y la dota de una ironía y dinamismo que hace del libro una perfecta combinación entre manual y novela de ficción. Porque el amor ya no está en el aire, sino en el universo virtual. Y menudo universo.
El friki, el dulce, el explosivo, el galán... Toda clase de perfiles caben en Internet. Si habla mucho de él en su descripción; no te conviene, seguro que es un egoísta. Si, al contrario, sólo te elogia a ti... puede que sea un superficial. Las apariencias engañan, y resulta todavía más fácil hacerlo a través de una pantalla. Por eso las citas virtuales de Martina acaban desembocando en un café, un encuentro real y público en el que ya no hay fantasías o palabras melosas, sino dos personas que buscan a otra. Una incógnita que se resuelve con la química, los sueños, y los objetivos compartidos, aspectos que la hermana de Martina nos va contando en su papel de narradora.
Hay cafés que sientan bien y otros que no. Para Martina no va a ser fácil encontrar el que más le guste pero, para ello, sabe que tiene que arriesgarse, aunque en muchas ocasiones el resultado de ese esfuerzo sea mínimo. Lejos, en este sentido, de resultar una novela autocompasiva y deprimente, lo que Lidia Herbada arroja sobre estos temas es un punto de vista optimista y moderno del amor. ¿Quieres conocer a alguien? Utiliza Internet. ¿No te gusta? No quedes con él. ¿Es razón esa para no ser feliz? En absoluto.
"39 cafés y un desayuno" nos cuenta una historia divertida, fresca y muy cercana, recomendable para pasar un rato entretenido y darse cuenta de cómo Internet está cambiando nuestra manera de relacionarnos. Anécdotas y confesiones personales de la autora se unen, de esta manera, para configurar un relato entrañable, tierno y escrito desde la sencillez y la elegancia. Lidia Herbada nos transmite, así, que detrás de cada palabra (virtual) tiene que haber una mirada real. Y que si tomamos un café, lo ideal, después... es acompañarlo de un desayuno.