Una maestra en Katmandú

En 1988 una maestra catalana de 29 años de edad cargada de entusiasmo, bondad y determinación se propuso ayudar a uno de los pueblos más desfavorecidos. Así fue como Victoria Subirana aterrizó en Nepal, con la intención de colaborar con el pueblo tibetano que estaba exiliado en Katmandú.

En Nepal se encontró con un panorama desolador, un país anclado en el pasado y en la pobreza, sin agua, sin luz y sin hospitales, lleno de supersticiones, clasista, corrupto, sometido, que educaba a sus súbditos para obedecer en lugar de pensar. Más del 80% de la población era analfabeta, muchas profesoras de escuela casi lo eran y en los colegios se torturaba con castigos físicos a los niños. Los más desfavorecidos eran los niños "sin casta", llamados "Dalits" en Nepal, que vivían en la miseria y eran repudiados por la sociedad.

Desde este momento Victoria Subirana adquirió un compromiso con los niños nepalíes que sigue vivo tras más de 20 años: montar una estructura educativa de calidad a la que pudieran acceder los niños marginados. No bastaba con cooperar económicamente, se impuso una tarea mucho más ambiciosa y productiva, basada en los principios de lo que Victoria llama la "Pedagogía transformadora". Se trataba de crear escuelas gratuitas donde educar a los alumnos con dignidad, fomentando en sus mentes el criterio propio. De este modo podrían identificar el origen de los problemas que les conducen a la miseria y trabajar para cambiar esta situación.

El camino recorrido por esta maestra estuvo lleno de obstáculos. Ella misma relata su odisea en "Una maestra en Katmandú" y cuenta las mil trabas que encontró para poder llevar su proyecto a buen puerto, desde los sobornos a los funcionarios hasta la violación que sufrió por parte de un inspector de policía. Una de sus vivencias más amables fue su matrimonio de conveniencia con un nepalí para poder quedarse en el país, que poco después se convirtió en una sólida historia de amor. Su nombre en Katmandú pasó a ser Vicky Sherpa.

Esta mujer comprometida y valiente puede estar hoy en día muy orgullosa de sus logros. Las escuelas creadas por Vicky Sherpa atienden a más de 1.200 alumnos y la "Pedagogía transformadora" que enseñan va dando sus frutos, convirtiendo a muchos de los niños en universitarios de principios éticos firmes. Algunos de estos jóvenes incluso se atrevieron a denunciar la apropiación indebida de fondos por parte de sus superiores, poniendo en peligro su vida.