Esta historia nos transporta a tierras escocesas en la época del medievo.
Época de reyes, condes, condesas, damas, criados, soldados, guerras, y sobre todo… envidias.
Sí, envidias y envidias entre hermanos, cuyo fin ya no es solo poseer lo que el otro disfruta, si no, simplemente, hacer todo el daño posible por mero placer.
Como bien refleja esta historia, nuestro protagonista, persona reconocida por su buen juicio y su gran valía; e incluso casado con una mujer virtuosa y hermosa, reúne todos los requisitos para ser envidiado por su propio hermano, originando éste toda clase de bulos y maquinando maldad tras maldad. Empezando por hacer creer a todo el mundo la muerte de su hermano en una batalla, siguiendo por envenenar a su cuñada durante todo el embarazo para posteriormente fallecer tras el parto y terminando por mandar asesinar a sus tres sobrinos recién nacidos.
Todo con tal de terminar con su concepto de… ”Maldita una y mil veces su suerte”.
¿Pero, qué ocurre cuando la persona encargada de dar muerte a los pequeños se arrepiente en beneficio propio y decide viajar con ellos a un feudo lejano donde nadie los reconozca, adoptarlos como hijos propios, darles un nuevo hogar y educarlos como simples vasallos sin serlos?
Después de pasar su infancia en un hogar donde primaba el cariño, la bondad y la lealtad su conde y señor, ya en la adolescencia los chicos fueron instruidos como hombres de armas y la chica como dama de la condesa.
Estos cargos, aunque fueron aceptados por ellos de muy buen agrado, pero sin ellos saberlo ni sospecharlo, se notaba que lo llevaban en sus propios genes.
Y como todo buen libro, escrito con cariño e ilusión, tiene un principio, un medio y un final; el final de este libro aunque está lleno de intriga, sorpresas y alegrías, se nos ha quedado corto y con ganas de … más.