Un pájaro sobrevuela el cielo gris de París. La ciudad se despierta, los cafés extienden su alfombra de mesas y sillas al exterior y las tiendas cuelgan en la puerta el cartel de "Ouvert". Una de ellas, la más hermosa de la calle, es la floristería de Dominique Brulé. Lleva por nombre "L'Étoile Manquante" y podría decirse sin miedo a equivocarse que es la mejor floristería de París.
Aunque Dominique afirma que es un traductor de flores, en realidad su relación con ellas es mucho más intensa. El señor Brulé tiene setenta y cuatro años. Le gusta hablar con las flores y ellas, agradecidas, le muestran su afecto permaneciendo bellas día tras día. Se mueve entre ellas flotando y ofrece el mismo trato delicado a flores y a personas, sin discriminar. Conoce bien cómo es cada una de ellas. La fascina el porte magnífico de la rosa, la flor por excelencia; admira la fortaleza de las tímidas siemprevivas; confía en el poder de las caléndulas para cambiar el ánimo; pero, sobre todo, adora las peonías, rústicas, simples y terriblemente bellas, la flor de los matrimonios felices. Pocos saben que las flores le ayudan a sobrellevar un drama personal que arrastra desde hace mucho tiempo. Tampoco conocen que se prometió, a pesar de todo, ser feliz y tratar de hacer feliz a todos los que le rodean. Porque el señor Brulé sabe que, para soportar el dolor de una vida, es necesario insistir en la felicidad.
Todas las mañanas, puntuales como un reloj, llegan a la floristería las dos primeras clientas del día. Se trata de dos mujeres mayores, dos españolas que emigraron a París tratando de huir cada una de sus propios fantasmas: Mercedes escapando de un secreto desengaño que le hizo añicos el corazón; Matilde (aunque mejor llamarla Tilde, porque ella siempre pone el acento) alejándose del blancor ajado de una vida atrofiada por desuso. Ambas están solas en París, aunque se tienen la una a la otra. Y también tienen a su florista preferido, el señor Dominique Brulé.
Un buen día Dominique tomó una pequeña decisión que, sin saberlo, iba a cambiar la vida de los tres. Colgó un cartel en "L'Étoile Manquante" buscando ayudante de floristería y acudió a su llamada una joven que tenía nombre de flor. Violeta se llamaba y había viajado desde España con la intención de dejar algunas cosas atrás, pero pronto observó que solo había hecho mudanza de los problemas. Era la misma Violeta en otro escenario. Sin embargo, el lugar y las compañías sí habían cambiado. Y no hay que subestimar la importancia de la gente que te rodea: ellos tienen la capacidad de mejorar tu vida.
Esta es una historia de personas que sienten. Se centra en la vida minúscula, la vida invisible aunque también la más humana y la más esencial, la que aparece en ocasiones tras rascar varias capas, la que sólo puedes atrapar con una buena dosis de paciencia, mucho cuidado y un cazamariposas. Habla de mujeres y hombres que aman y temen, que pulsan recuerdos e invocan al olvido. Es un cuento al que la lluvia ha empapado de ternura, un relato impregnado de la magia nostálgica que desprende París. Trata de lo que la vida hace con nosotros y de lo que nosotros hacemos con la vida. Los protagonistas son Violeta, Dominique, Mercedes y Tilde, pero podrían ser los vecinos de al lado, los propietarios de la tienda de la esquina o esa pareja de ancianos que a su edad todavía caminan cogidos de la mano. Porque todos tenemos una historia que contar. Tú también, lector. Únicamente hace falta un narrador que se ocupe de relatarla.