Si sólo es posible asimilar las cosas por medio de nuestra percepción particular, ¿puede hablarse de una única realidad? ¿Qué es más auténtico para nosotros, un hecho real que nos resulte ajeno o un pensamiento inventado propio? Unamuno se pregunta: "Cuando un hombre... sueña algo, ¿qué es lo que más existe: él como conciencia que sueña, o su sueño?"
Basándose en esa idea principal, "Niebla" es un experimento que Miguel de Unamuno soñó hacer. Para llevarlo a cabo Unamuno decidió inventar, crear sin miedo, sin imponerse la obligación de ceñirse a las normas que exigen los cánones literarios. Así nació "Niebla", un texto innovador que, al no poder ser llamado novela por no encajar en el rígido corsé de este género, llamó "nivola".
En "Niebla" hay un autor con papel en la propia historia, Unamuno. También hay un protagonista, Augusto Pérez, que se enamora de una joven pianista llamada Eugenia Domingo del Arco, y una historia detrás de estos personajes. Hay un prologuista llamado Víctor Goti y hasta un perro llamado Orfeo, con el que Augusto mantiene monodiálogos que nos ayudan a conocerle mejor. En "Niebla" los personajes creen vivir y -como sienten muchos, hasta el propio Unamuno- anhelan ser dueños de su propia vida, lo que supondría una forma de inmortalidad.
A pesar de que fue publicado por primera vez en 1914, "Niebla" sigue resultando un texto singular, que destila modernidad. Esta "nivola" reivindica la libertad del escritor y la imposibilidad de encasillar el arte. "Niebla" es la prueba evidente del tremendo poder de la palabra y Unamuno, maestro en este arte, se convierte en el creador del texto, que une palabras y juega con ellas para crear personajes y realidades, del mismo modo que el cerebro junta ideas y así crea o deshace pensamientos. Visto lo visto, ¿quién puede dudar ahora de la fuerza de la palabra?
Unamuno rompió con el canon y supo trabajar con las etéreas palabras como si fueran el material del que está hecha la vida. El autor es el dios de esta novela que sueña y de este modo crea realidades cambiantes, que se consolidan o desvanecen. Esto hace inevitable la reflexión por parte del lector sobre la autenticidad de nosotros mismos, la inmortalidad y el sentido de la vida, porque, ¿qué pasará cuando dios deje de soñarnos?