"-Mmm..., así que sabe conducir. Dígame, ¿qué hace una mujer moderna, joven y hermosa, en un lugar inhóspito de España a caballo entre la tierra y el mar? ¿Qué se le ha perdido aquí?
- Se lo he dicho: huyo.
- '¿Por qué tiene el hombre, instintivamente, horror a la nada? Porque la nada no existe'. Se equivoca, usted no corre de espaldas al céfiro, sino de cara. No desertaba... llegaba. Ahora bien, debe averiguar para qué".
Una mujer escapa de su presente hacia su pasado. Con sus padres muertos y un noviazgo que naufraga entre mentiras y decepciones, toma un tren dirección al norte para llegar a la tierra de su madre, que nunca ha visitado. Corre el invierno de 1946 y ella es una mujer moderna, inteligente, de las pocas chicas que pudieron estudiar una carrera y trabajar en un país en el que la independencia femenina está todavía mal vista. Busca paz, sosiego, cambiar de aires, ordenar sus pensamientos. Pero, ante todo, busca respuestas.
La historia de su familia era todavía un enigma. Le había sido esbozada a trazos débiles y en ella habían muchas más incógnitas que certezas. En su cabeza bailan los nombres de sus abuelos y de sus tíos a los que nunca conoció, fallecidos todos; en torno a sus muertes, reinaba un mutismo difícil de combatir que aumentaba el halo de misterio alimentado durante años.
En
Alma Gamboa no se cumplía la "Ley de la Compensación", teoría basada en la creencia de que la vida distribuye penurias y alegrías por igual. La pérdida de su padre le dejó sin la persona más importante de su mundo y ahora la de su madre le dejaba sola, culpable y abatida. Y a las desgracias, que parecían haberse puesto de acuerdo para agruparse en torno a ella, se sumaba el profundo desengaño del que Alma creía el amor completo con Damián, el hombre romántico, apasionado y perfecto con el que soñaba pasar el resto de sus días.
La necesidad de dejar atrás las penas y encontrarse de nuevo consigo misma le incita a aceptar la propuesta de su tía
Eunice y pasar unos días en
Malpaís, la región de su familia, un pueblo donde el mar Cantábrico azota sin piedad los acantilados, gobernado por una fina lluvia constante que no concede treguas. El viaje es tan sólo el principio del camino, "llegar hasta aquí forma parte de su plan de huida. Una hoja de ruta que, no obstante, debe ir improvisando".
Se aloja en
La Constante, la casona de la familia. Allí, en ausencia de su tía Eunice, no podrá evitar la tentación de tratar de averiguar detalles sobre el pasado de su familia. Uniendo los retazos de información sonsacados al ama de llaves y al chófer con los comentarios de otros habitantes del pueblo, intentará recomponer poco a poco los huecos del puzzle que tiene en su cabeza. Pero las palabras que le cuentan le despistan, no encajan en esta extraña historia, faltan piezas. Tal vez pueda hallar la clave en lo que queda de una mansión abandonada y devorada por el fuego, el retrato de una hermosa mujer de la que nadie está dispuesto a hablarle o el misterioso libro que llegó a sus manos con la imagen de una rosa amarilla en la portada.
"
Mientras llueva" no cesará Alma en su empeño de escarbar entre las ruinas del pasado. "Mientras llueva" deseará el lector permanecer en ese lugar mágico, enigmático, turbador y supersticioso. "Mientras llueva" seguiremos hipnotizados con la prosa envolvente y el ambiente onírico creado por Teresa Viejo. "Mientras llueva" continuará nuestra protagonista buscando sonámbula en los despojos de vidas cercanas -pero al fin y al cabo ajenas- sin caer en la cuenta de que "los huecos del presente no se llenan con el pasado, sino pensando en lo que nos tocará hacer en el futuro".