Mamá, quiero ser escritor

La escritura es una afición muy extendida. Se pueden encontrar incontables blogs en los que se comparten poemas, relatos, microrrelatos…; también son cantidad quienes publican sus creaciones en las redes sociales. Y a muchos de ellos les surge la misma duda: ¿cómo doy un paso más? ¿Cómo salto de mi espacio personal virtual a publicar una novela, poemario, recopilatorio…? Para ayudarles a llevar a cabo ese proyecto ideó Blas Ruiz Grau este ensayo. 

No es una guía de escritura repleta de reglas, técnicas y verdades únicas, sino la experiencia propia del autor. Tal y como recalca, lo que le funcionó a él no tiene por qué servir a todo el mundo, pero como mínimo puede ser una buena orientación para quienes están pensando en publicar su primera obra, e incluso para aquellos que tienen experiencia. Por mucho que se sepa, siempre se puede aprender algo nuevo.

Lo anterior es solo una de las dos partes de "Mamá, quiero ser escritor". Blas no siempre se ha dedicado profesionalmente a la escritura. Fue una enfermedad —con la que a día de hoy aún convive— la que le hizo ver la vida de otra manera y encaminar su carrera hacia las letras. Y en esta otra parte, en un importante ejercicio de extraversión, narra sus problemas de salud, procesos sanitarios y el tiovivo emocional que le causaron.

Hay dos aspectos en este libro que llaman mucho la atención. Uno es el lenguaje: muy coloquial, algo muy poco común —o con probabilidad, inexistente— en ensayos. Algo que podría restarle seriedad al mensaje que el autor quiere transmitir; sin embargo, no es así. A pesar del tono espontáneo y cotidiano, las explicaciones se perciben francas y competentes. El otro aspecto reseñable es la hábil manera en que están combinadas las dos partes: capítulos cortos y directos que saltan de una a otra sin que el hilo se pierda. Además, se permite incluso cierta tensión dramática al final de algunos capítulos.

El objetivo de Ruiz Grau con este ensayo era ayudar a quienes  pretenden llegar a ser escritores profesionales, y lo cumple. Lo hace de manera práctica y también anímica. Tras leerlo se puede extraer un esquema que simplifica el entendimiento del proceso que conlleva publicar una obra. Asimismo, su actitud ante la dura —y a veces hasta surrealista— historia de salud que sufre es admirable. No porque hable de ello en un tono ocurrente, sino porque en lugar de resignarse y quedarse en el fondo es capaz de adaptarse y reinventarse a sí mismo con sus nuevas circunstancias. Su postura ante los inconvenientes la ilustran a la perfección las palabras que él mismo escribió: «Yo siempre he dicho que el positivismo no cura, pero si ya vas a estar jodido de salud, pase lo que pase, al menos sonríe y disfruta cada momento como si fuera el último».