"Lo que hueles es incienso, mirra y esencias de varias maderas exóticas. Son los ingredientes más antiguos que conocemos. Hace más de seis mil años, los sacerdotes de la antigüedad ya usaban estos elementos para hacer incienso, primero en la India y después en Egipto y China. El perfume fue algo sagrado antes que cosmético. Se creía que el alma viajaba al cielo con el humo, hasta llegar a los dioses".
Algunas culturas antiguas otorgaban al aroma ciertas atribuciones que iban más allá del placer olfativo y la higiene personal. El perfume era aceptado por los sabios como un elemento capaz de influir de diversas formas sobre la percepción del ser humano y era utilizado por magos y sacerdotes en sus rituales ordinarios para lograr los efectos perseguidos en el cuerpo y en el alma de sus seguidores. Las esencias ocupaban un lugar central en la vida del antiguo Egipto y de la Grecia clásica y no es ningún secreto para los estudiosos de la historia la devoción que profesaba Cleopatra al perfume, que llegó a tener su propio laboratorio de aromas cuyos restos parecen haber sido encontrados en el mar Muerto.
Jac L´Etoile no es ajena a estos conocimientos. Su mente científica, el escepticismo que le acompaña desde siempre, su formación como historiadora primero y su especialización en mitología después, han hecho de ella una mujer culta y descreída. Hace ya varios años que escogió su propio camino y se convirtió por méritos propios en una experta en desmontar los mitos clásicos de la antigüedad. Jac escogió el estudio y análisis de las leyendas antiguas para desgranarlas y mostrar al mundo lo que en ellas hay de verdad, en lugar de seguir la tradición familiar y convertirse en perfumista como su hermano Robbie, que accedió a tomar el testigo que pasaba generación tras generación para ser el último "poeta del olor" que daba la casa L´Etoile.
Los aromas tienen un gran poder evocador. Funcionan en el sistema sensorial del hombre como desencadenante y esto es algo que ni siquiera el cerebro analítico y racional de Jac se atreve a negar. Ella misma ha experimentado el modo en que algunos aromas llaman a recuerdos alojados en lo más profundo de su ser, conoce en primera persona la nostalgia que pueden provocar ciertas fragancias; ha oído hablar incluso de perfumes elaborados con sustancias alucinógenas, cuya aspiración transporta a otros estados de conciencia. Pero eso no significa, como asegura Robbie, que haya existido un perfume creado en el Egipto antiguo para poder recordar vidas anteriores, una fragancia que tras la muerte y la reencarnación de dos amantes pudiera servirles de guía para encontrar de nuevo a su alma gemela.
A pesar de su reticencia inicial Jac, empujada por Robbie y acompañada por Griffin, una persona muy especial para ambos, se verá envuelta por casualidad en la búsqueda de esta mítica fragancia. Aunque quizás la casualidad no haya tenido nada que ver en esto ya que, como diría su hermano, las coincidencias no existen, sólo la sincronía, las "señales asombrosas de reafirmación de la vida" que forman parte del inconsciente colectivo. En su misión Jac deberá enfrentarse a las trampas de su mente y encarnar evocadoras experiencias sobre vidas pasadas que tratan de tender puentes hacia el presente. Junto a Robbie y Griffin sufrirá peligrosas persecuciones que pondrán en peligro su vida y la empujarán en un descenso vertiginoso hasta las catacumbas de París, un submundo paralelo al que discurre en la superficie de la ciudad, un laberinto del subsuelo en mágica conjunción entre lo macabro y lo sagrado.
M. J. Rose en "El libro de las fragancias perdidas" relata una aventura apasionante motivada por un misterioso enigma que exige ser descifrado en la que habrá mucho en juego: un amor reencontrado que nunca debió perderse, la integridad física de los protagonistas y el propio futuro del Tíbet, amenazado en su vida, su cultura y su sistema budista de creencias por parte de China, que no cejará en su empeño de hacerlo desaparecer.