Apátrida es aquella persona que carece de nacionalidad, pero ¿qué importancia puede tener un documento que diga que perteneces a tal o cual lugar si tu corazón grita lo contrario? ¿De verdad nos define un pasaporte?
Quan Zhou (Algeciras, 1989) lleva años contándonos a través de sus viñetas como se siente una mujer de origen chino viviendo en el sur de España y, aunque es española de pleno derecho, el choque cultural y el hecho de tener que estar siempre justificando sus orígenes le han hecho sentir que no es de ningún sitio.
En 2015 Astiberri publicaba su primer cómic, "Gazpacho Agridulce", que consistía, básicamente, en un anecdotario centrado en el restaurante que Mamá Zhou regentaba en Andalucía y nos acercaba, a través del humor, a Quan y a su familia.
Dos años después, también de la mano de Astiberri, publicó "Andaluchinas por el mundo", donde dejaba de lado las anécdotas impersonales para centrarse en las vidas de las tres hermanas Zhou y en los caminos que decidían seguir y sus porqués.
Y ahora, en "La Agridolce vita", el más personal de los cuatro tebeos que tiene publicados (en 2020 publicó "Gente de aquí, Gente de allí", un ensayo gráfico sobre la migración), nos cuenta, en primera persona, un viaje literal y metafórico que decidió emprender tras la pandemia para encontrarse a sí misma y su lugar en el mundo.
A veces, aunque no nos demos cuenta, el universo conspira a nuestro favor. Lo que a Quan a priori le parecía un drama, es decir, los meses de confinamiento y el rechazo para una residencia artística, llevan a nuestra autora y protagonista a replantearse su existencia a todos los niveles y a buscar un nuevo camino que, por suerte, acaba encontrando.
“¿Qué tengo que hacer? ¿Qué tiene que pasar? Me falta algo que no sé qué es... Me apago y no sé cómo encenderme”.
Sin tener un plan concreto Quan decidió, en un acto de valentía (y de bendita inconsciencia) dejarlo todo atrás e irse a recorrer el mundo. La búsqueda de sí misma la llevó a Escocia, Canadá, Islandia, Costa Rica, Estados unidos y Colombia entre otros. El reencuentro con viejos amigos y el encuentro con algunos nuevos, le hace darse cuenta de que no está sola en la lucha por averiguar quién es y de dónde.
Descubrir que no estás solo en el camino, reconforta como el abrazo de un amigo.
La clave fundamental en todos los cómics de Zhou es el humor, aunque su inspiración es siempre autobiográfica y los temas que más le interesan son la migración, la identidad racial y la integración social, nos transmite sus reflexiones desde la despreocupación de quien sabe que la historia es la que es. La constante pregunta ¿De dónde eres? va siempre acompañada del asombro al conocer que una mujer altamente racializada no solo es española, sino que es Andaluza... Eso no va a cambiar, será mejor reírse de ello.
Aunque la evolución gráfica es notable desde su primera publicación hasta hoy, su dibujo, poco detallado y siempre al servicio del guion, sigue siendo reconocible. Tanto las expresiones exageradas y disparatadas, procedentes de la confesa influencia que el manga ha tenido en su desarrollo artístico, con las que salpica la historia, como el color, desmesurado, que encuentra extrañamente el equilibrio en el exceso, imprimen a la obra un ritmo ágil y desenfadado que facilita la lectura y mantiene el interés.
Leyendo la contraportada del libro me encuentro con esta frase “¿Es posible (re)contruir sin saber qué se está construyendo? Mandarlo todo a la mierda da miedo, pero más miedo da apostarlo todo a la infelicidad”.
El miedo no es una opción, seamos felices.