"Había algo intrínsecamente perverso en el Valkirie, algo que se extendía entre sus tripulantes y pasajeros como el hedor del pescado podrido. Y en medio del océano no se podía escapar a ninguna parte".
Desde el primer momento en que los marineros del
Pass of Ballaster sintieron la presencia de aquel
barco inmenso que parecía salido de la nada sus corazones se encogieron. Aquellos hombres rudos, lobos de mar acostumbrados a bregar con las inclemencias de los elementos y a no dejarse amedrantar por las adversidades, jamás habían visto una cosa igual.
El casco de lo que parecía un buque de lujo se alzaba ante estos hombres de mar, majestuoso y desafiante. La quietud y el silencio absoluto, anormal en una nave de estas características que sin duda debía transportar un buen número de pasajeros y tripulación a bordo, excitaba su curiosidad e invitaba a querer saber más sobre este gran enigma flotante. La espesa niebla, el frío y una agobiante sensación de estar siendo observados por alguien o algo invocaban al miedo, que no cesaba de enviar a sus cerebros la orden impetuosa de salir corriendo lo más rápido posible de allí.
El
barco había sido bautizado con un nombre femenino y evocador:
Valkirie. Su interior estaba desierto, parecía como si el buque hubiera sido desalojado a toda prisa. La comida estaba servida, los camarotes estaban amueblados con piezas lujosas, los pasillos acabados con materiales de primera calidad y en sus inmensos salones se adivinaba la intervención de manos sutiles que habían sabido transmitir al entorno una elegancia exquisita. Era un
barco magnífico, que debía haber sido ideado expresamente para el ocio y disfrute del pasaje. Un buque alemán pensado para viajes de placer de personas influyentes y altos cargos del partido
nazi, a juzgar por las esvásticas que, amenazantes, acaparaban la atención y dominaban con su presencia cada uno de los espacios.
Y allí, a bordo del
Valkirie, se encontraba
Kate. Setenta años después de que los marineros del Pass of Ballaster hubieran descubierto este
barco fantasma en algún lugar del Atlántico Norte, vagando a la deriva entre la niebla a setecientas millas de la costa de Irlanda, abandonado a su suerte.
Kate sintió un estremecimiento que le recorrió la espalda de arriba a abajo. Echaba tanto de menos a Robert... Si ese maldito accidente no se lo hubiera arrebatado, ella no se sentiría tan desdichada. Le seguía amando, le necesitaba. Ahora
Robert ya no estaba y el
Valkirie volvía a navegar de nuevo.
La nave conservaba su belleza intacta y
Kate pensó que, después de todo, quizás tan solo fuera un hermoso armazón flotante cargado de antigüedades, una pequeña obra de arte rescatada de tiempos pasados que surcaba de nuevo el mar. Tal vez no debía hacer demasiado caso a las alertas que su instinto le enviaba. "El
miedo es una planta invasora muy difícil de erradicar" y permitir que el pánico se instalara dentro de ella podría ser un juego demasiado peligroso.
En la mayor parte de los casos, la teoría más sencilla es la más probable y el enigma del
Valkirie debía, sin duda, tener una explicación. La aparición en 1939 de este barco sin ocupantes y la leyenda negra que se fue forjando alrededor del
Valkirie, alimentada por una serie de sucesos macabros, podría ser producto del terror y la imaginación. En todo caso, para
Kate era más fuerte que el miedo el impulso de indagar en el misterio del Valkirie, un "barco sin alma" propiedad del régimen
nazi en cuyo interior se encontró un
bebé de pocos meses como único ocupante.