Así empieza lo malo

La realidad puede adoptar muchas formas. Muchos piensan que verdad es sinónimo de realidad, pero lo cierto es que una no siempre se corresponde con la otra. En esto tiene mucho que ver una sutil diferencia que existe entre ambas: mientras que la realidad es objetiva, la verdad tiene un fuerte componente subjetivo. Así, una persona puede recordar ciertos hechos de forma distinta a como los recuerda otra; o haber digerido y, con el paso del tiempo, haber asimilado y transformado estos hechos en su cerebro de modo diferente; en estos caso las dos pueden tener conceptos distintos de la realidad, pero esto no les impide a ambas creer estar en posesión de la verdad. Y, en cierto modo, así es.

Existe la verdad pura, pero también las verdades a medias y las medias verdades. Hay verdades que liberan, reparan y sanan, pero también hay verdades demoledoras que se guardan en cuartos bajo llave por miedo a que su aparición provoque un torrente que arrastre lo poco de verdad que todavía queda en nuestras vidas. Hay mentiras piadosas, mentiras involuntarias y mentiras consentidas y, de nuevo, no son más que formas distintas de interpretar la realidad. En ese terreno pantanoso, difícil e inconsistente se mueve la relación sentimental de Eduardo Muriel y Beatriz.

Juan de Vere conoció a la pareja hace ya muchos años, allá por 1980, justo cuando acabó de cursar la carrera de Filología Inglesa. Por aquel entonces él era un joven recién salido de la Universidad, con poca experiencia en todos los sentidos y, a ojos de Eduardo Muriel, poco bagaje de vida. Puede que esto fuera lo que llevó a Muriel a confiarle sus intimidades, a convertirlo en su confidente durante el tiempo en que Juan entró a trabajar a sus órdenes. El joven fue contratado para desempeñar la labor de asistente del que había sido uno de los directores de cine más relevantes de su época, pero su presencia continua e inofensiva en la casa de Muriel y Beatriz hizo que se convirtiera también en testigo mudo de la relación viciada de la pareja que, tras veinte años de vida en común, había mudado hasta transformarse en algo extraño, una especie de desdicha conyugal adictiva que les mantenía unidos a pesar de ser cada vez más infelices, suplicando siempre un poco de amor y mostrando todas sus cartas ella, esquivando cualquier contacto y zafándose de los intentos de acercamiento él.

Es ahora, al cabo de tantos años, cuando a Juan de Vere le surge la necesidad de contar esta historia. A pesar de que el tiempo compartido con Muriel y Beatriz no fue muy largo, no cabe duda de que esta temporada marcó un hito en su vida. La cercanía invisible que mantuvo con la pareja le permitió escudriñar en algunas de las zonas más sombrías de su pasado y adivinar algo que ocurrió y no puede borrarse, un hecho imperdonable que se encuentra en la base de su relación y que la ha ido envenenando hasta hacerla insana. Una realidad que mudó hacia una de las formas menos fieles de la verdad y que se disfrazó con muchas capas para pasar desapercibida. Algo que no era tan raro en esa época, cuando llegó la Transición a España y cada cual tuvo que revisar sus realidades del pasado -algunas de ellas terribles- por si era necesario reinventarlas o envolver alguna de ellas en opacidad. Tal y como sospechaba Muriel que hizo el doctor Van Vechten, amigo de la familia, al que Juan debió espiar por encargo del antiguo director de cine.

"Así empieza lo malo" es una historia turbadora de relaciones humanas afectadas por el insoportable ruido de fondo que emite el caudal del recuerdo. Del deseo desatado, del deseo acallado y del amor asesinado. De la conveniencia de saber o no saber. De verdades, medias verdades y mentiras. Y, si la verdad es arbitraria dependiendo de la mente que la procese, también lo es el perdón, benévolo regalo que concedemos sólo cuando logramos mantener amordazado el tiempo suficiente al rencor.