La gente sin valor para mirar de frente a la realidad le pide a la narrativa evasión, ensueño, despreocupación. Quieren libros cargados de buenos sentimientos que los tranquilicen, que los entretengan. No quieren afrontar su malestar ni el de su sociedad. Ni quieren chequear el nivel de su angustia. Ni quieren ser despertados de su letargo vital, de su estancamiento. Por supuesto, no quieren leer a Houellebecq. Pero Houellebecq les ha leído muy bien a ellos, su vacuidad, su sensación apremiante de vida insatisfecha y fracasada, el proceso irreversible de degradación en que andan metidos.
Según los expertos en psicología evolutiva, a los 30 años en la sociedad occidental el ser humano pasa por una crisis existencial. Biográficamente es la última gran oportunidad de involucrarse en cambios de vida radicales. Se ha acumulado experiencia suficiente como para haber abierto los ojos y se tiene aun la suficiente energía juvenil para impulsar un gran cambio. Pasada la tercera década de la vida todos los procesos de sometimiento social, político y económico harán imposible un auténtico cambio de dirección.
El protagonista de "Ampliación del campo de batalla" tiene 30 años, estudios universitarios, buen empleo. Sin embargo no tiene amigos, frecuenta muy poco a los seres humanos, consigue a veces que algunas mujeres "le abran sus órganos", pero éstas le usan sólo para salir del paso. Vive según la norma compleja y multiforme de la sociedad, pero se siente vacío. Recuerda con nostalgia que antes tenía vida, infancia e interés por el mundo, pero ahora "la textura del mundo es dolorosa, inadecuada y no modificable". A pesar de todo no tiene ganas de morir aunque, a veces, juegue con la idea del suicidio.
El hombre que retrata Houellebecq, el hombre actual, es un adolescente disminuido en el que las grandes fuerzas pasionales se han petrificado y convertido en comportamientos regulados. No hay vida más allá de la adolescencia, sólo un hastío prolongado pero insostenible, una existencia a la que "le falta de todo salvo información suplementaria". La sexualidad se ha convertido en un sistema de jerarquía social, en un sistema de diferenciación tan cruel como el dinero. "El liberalismo económico es la ampliación del campo de batalla, su extensión a todas las edades de la vida y a todas las clases sociales". Vivir pasa a ser presentar batalla en todos los frentes, desarrollar el deseo y la voluntad de combatir, los caídos en esta contienda dejan de existir y los vivos consumen como única manera de reafirmar su ser.
La vida actual se desarrolla en un plano determinado por dos ejes, uno masculino (el de la dominación, el dinero y el miedo) y otro femenino (el de la seducción y el deseo). Faltos de amor y amargados, los hombres se sitúan en diferentes puntos de este plano. La alegría está ausente, la fusión con la naturaleza, con las fuentes de la vida, se ha vuelto imposible. La sensación de haber fallado el blanco de la vida se impone. Sólo quedan dos salidas: la muerte o el trastorno mental solipsista.