"¿Quién puede saber cuándo tu vida pende de un hilo, o por qué?". La vida de Jake Epping cambió para siempre, sin saberlo, tras leer la redacción de uno de sus alumnos. Las lágrimas invadieron su rostro al leer el terrible suceso que narraban un puñado de letras mal escritas por Harry Dunning, cuajadas de faltas de ortografía, pero terriblemente crudas y sinceras. El escrito respondía a la propuesta que Jake, como profesor de clases nocturnas para adultos, había formulado bajo el título de "El día que cambió mi vida". La redacción comenzaba así:
"No fue un día sino una noche. La noche que cambió mi vida fue la noche cuando mi padre asesinó a mi madre y dos hermanos y me hirió grave. También hirió a mi hermana, tan grave que ella cayó en coma. En tres años murió sin despertar. Se llamaba Ellen y la quería mucho. Le gustaba recoger flores y ponerlas en botellas".
El texto que había conmovido a Jake Epping, un hombre al que su mujer abandonó precisamente por su incapacidad de emocionarse, había sido escrito por Harry, el conserje del instituto, "un hombre amable que siempre tenía una sonrisa y nunca levantaba la voz". Era casi un milagro que este hombre hubiera sobrevivido al día en que su padre atacó a él y a su familia con un martillo, ahora entendía la cojera que padecía y hasta era comprensible que sufriera esa ligera discapacidad mental. Ojalá Christy hubiera tenido razón al tachar a su marido de insensible, si Jake hubiera sido así en realidad muchos sucesos terribles no habrían pasado.
El conserje se graduó y Jake le invitó en Al´s Diner, una cafetería cercana a la que acudía de vez en cuando, para celebrarlo. Pocas horas después, cuando Al Templeton, dueño de Al´s Diner, llamó a Jake al instituto para citarse con él en su cafetería, no podía imaginar que iba a encontrarse con una imagen anciana de Al. No era posible, este hombre no podía haber envejecido tanto en tan solo un par de horas. El viejo Al insistía en mostrar a Jake algo muy especial (no se trataba de verlo, sino de experimentarlo), y el profesor no pudo negarse a aceptar la petición de este hombre moribundo, aquejado por un cancer de pulmón.
Allí, en la despensa de la cafetería, sucedió algo imposible: Jake apareció a las 11:58 de la mañana del 9 de septiembre de 1958 en el Taller de Tejidos Worumbo, una antigua fábrica que desapareció en ese mismo lugar hace años en un incendio. Jake había traspasado la barrera del tiempo para viajar al pasado. La grieta espacio-temporal estaba en la trastienda de esta cafetería y permitía transportarse cuantas veces se quisiera, aunque siempre al mismo punto y en el mismo momento. Cada viaje era único aunque siempre era el mismo, cada vez era la primera vez.
La tentación de cambiar el pasado era demasiado grande para el profesor de Maine, que estaba decidido a hacer todo lo posible para evitar el asesinato múltiple que cometió el padre del conserje y también para detener a Lee Harvey Oswald antes de que dispare al presidente Kennedy, aunque para ello tenga que pasar cinco años en el pasado hasta alcanzar la fatídica fecha del 22 de noviembre de 1963. Lo que Jake no sabe es que "el pasado es obstinado. La resistencia al cambio es directamente proporcional a la magnitud con la que una determinada acción altera el futuro".