Ebrio de enfermedad (Anatole Broyard)-Trabalibros
Ebrio de enfermedad
Ficha técnica:
Autor: Anatole Broyard
Editorial: La uña rota
ISBN: 9788495291257
Número de páginas: 184
Género: Ensayo (varios)
Valoración:
"Mi médico ideal se parecería a Oliver Sacks. Me imagino al doctor Sacks entrando en mi condición de enfermo, mirándola en derredor, desde dentro, como un casero amable, con un inquilino, tratando de ver la manera de que el inmueble sea más grato de habitar. Miraría en derredor llevándome de la mano y entendería qué se siente siendo yo. Trataría entonces de hallar alguna ventaja en la situación. Es capaz de convertir las desventajas en ventajas. El doctor Sacks sabría ver el genio de mi enfermedad. Mezclaría su daimon con el mío. Juntos lucharíamos contra mi destino, como Rupert y Birkin en la escena de la biblioteca, en 'Mujeres enamoradas', de D. H. Lawrence".
(Anatole Broyard)

Como seres finitos y mortales los hombres no podemos eludir la muerte ni la enfermedad, algún día todos estaremos enfermos y algún día todos moriremos (mors certa, hora incerta). Pero sí está en nuestra mano resistirnos a la enfermedad y alejar temporalmente a la muerte, pudiendo convertir esta oposición "en un juego, en una ocupación provisional, incluso en una forma artística". Una enfermedad y, sobre todo una enfermedad crítica, puede darnos un grado de libertad que no teníamos, puede convertirse "en un gran permiso, una autorización o una absolución". Podemos controlar una enfermedad dándole forma de narración. Para Broyard -crítico literario y enfermo terminal de cáncer- el relato y la narración son una reacción natural a la enfermedad, son anticuerpos contra ella y el dolor. Como escritor Anatole sabe que cualquier novelista transforma su desazón existencial en un texto literario y que lo mismo puede hacer una persona enferma, transformando su sufrimiento y su miedo en un relato capaz de "desintoxicarlo". Para ello cuenta con el poder terapéutico del estilo y las metáforas, capaces ambos de sanar o aliviar con mayor eficacia incluso que la risa. La inmortalidad es una quimera, pero el deseo intenso de vivir, el "fervor del superviviente", es una especie de inmortalidad subsidiaria que ni siquiera la enfermedad o la cercanía de la muerte puede quitarnos.

Se puede estar ebrio de enfermedad, transformar esta circunstancia en una "excitación útil", en una oportunidad para intensificar la vida, para aumentar nuestro grado de concentración e implicación con la misma. Conseguir esto dependerá en gran parte del enfermo, pero también tendrá un papel primordial el médico. El médico no es simplemente un vendedor de curas y remedios, su cometido principal debe ser reconciliar al paciente con la enfermedad y la muerte, aclarar con él el "malentendido" que significa morir. El médico debe llegar al alma del paciente y usarla como remedio terapéutico, estar atento a las fluctuaciones del yo tan típicas del hombre enfermo y contribuir a reagrupar su individualidad dispersa por el dolor. Un paciente siempre se halla "al borde de la revelación", necesita ser entendido, ser leído en profundidad, ya que su relato es valioso y único, como única es su enfermedad. Sin esta lectura atenta y empática por parte del médico el enfermo se transforma sólo en una enfermedad y el acto médico simplemente en una dispensación de tratamientos.

Anatole Broyard fue un enfermo perfecto, veía todo como si fuera una metáfora, se adueñó por completo de su enfermedad y la transformó en una vigorosa narración. Decidió que no le iban a llevar a la muerte sino que se subiría en ella de un salto, no renunció nunca a su hábito de la ironía ni a su sentido lúdico de la existencia. Convirtió la angustia en "una especie de animal doméstico, en un perro o en un entretenido y kafkiano compañero". Siempre pensó que un hombre debía morir como le diera la gana y que "en el último momento de la muerte habría que expulsar de la habitación al médico y también a la truculenta Elisabeth Kübler-Ross". No se rindió jamás a la enfermedad y tuvo una "muerte indómita", creativa y bella. No vivió de incógnito su vida ni tampoco su muerte y, al final, pudo modelar algo profundamente suyo y, como diría Ernest Becker, dejarlo caer como una ofrenda en el gran torrente de la fuerza vital.
Curiosidades:
- Anatole Broyard fue uno de los críticos más influyentes y carismáticos del suplemento literario de The New York Times, del que también fue director. Condujo camiones en la Segunda Guerra Mundial, abrió una librería en el Greenwich Village neoyorquino y la cerró después para poder escribir ensayos y relatos. En 1989 le diagnosticaron cáncer de próstata y la muerte se lo llevó escribiendo los textos que componen este libro. Según su mujer, Alexandra Broyard, para Anatole "el estilo era una cuestión crítica en la vida. Ser crítico literario era para él una forma de hablar del estilo, de la forma, de la presencia. El estilo era para Anatole una apuesta por la inmortalidad, era su defensa frente a las tinieblas".
Anatole Broyard-Trabalibros
Libros con ideas afines:
En ambos libros, transgresores aunque cada uno de ellos de forma distinta, la enfermedad y la gravedad que conlleva actúa como elemento catalizador para intensificar la vida.
John Sassal, protagonista de "Un hombre afortunado", reunía todas las cualidades como médico y como hombre que Anatole Broyard admiraba en los grandes médicos y que podemos ver reflejadas en el capítulo titulado "El paciente examina al médico" del libro "Ebrio de enfermedad".
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