Montaigne y la filosofía (André Comte-Sponville)-Trabalibros
Montaigne y la filosofía
Ficha técnica:
Autor: André Comte-Sponville
Editorial: Paidós
ISBN: 978-84-493-2696-7
Número de páginas: 128
Género: Ensayo filosófico
Valoración:
"¡Verdaderamente, que un hombre semejante haya escrito ha aumentado el placer de vivir en esta tierra"
(Nietzsche)

Una filosofía íntima, esclarecedora, fraterna, mundana, útil, sonriente, humilde, misericordiosa, despreocupada, flexible, benevolente, apacible, dulce, llena de verdad vital, alejada de "las espinosas sutilezas de la dialéctica", muy cercana a la vida y sus vaivenes y muy alejada de las cátedras y los foros. Una filosofía sabia, entendida como el arte de vivir y el arte de morir ("deseo -afirmaba Montaigne- hacerme más sabio y no más docto y elocuente"), cuya finalidad no era la construcción de estructuras conceptuales a golpe de especulación, sino el diseño y desarrollo de uno mismo y su manera de estar en el mundo. Una "filosofía viva" para hombres vivos, una filosofía libre para hombres libres. 

Montaigne negó ser un filósofo ("no soy filósofo"), sin embargo practicó la filosofía de la manera más pura. Leyó a Platón, a Aristóteles, a Séneca, a Plutarco; sin embargo no era un erudito, sólo quería aprender a vivir. No dejó prosélitos, ni escuela, ni sistema; sin embargo Pascal, Nietzsche, Alain Merleau-Ponty o Stefan Zweig lo consideraban su maestro. Escribió para sí mismo; sin embargo, ¿qué lector atento de sus "Ensayos" no se siente aludido en lo más íntimo por sus palabras? Epicúreo, estoico, pirrónico, coqueteó con todas las escuelas; sin embargo sólo se declaró profundamente antidogmático. Fue un hombre descreído en cuestiones teóricas, suspendía su juicio aplicando el lema escéptico "que sais je?"; sin embargo se comprometió profundamente con la vida y cumplió con todas sus obligaciones familiares, sociales y políticas.

Para Montaigne la filosofía era una forma de arte y, como toda manifestación artística, no perseguía la certeza, sino el reposo del alma y, en este sentido, se asemejaba a la poesía ("la filosofía no es más que una poesía sofisticada"). Nadie es dueño de la filosofía y menos que nadie los filósofos, entregados casi siempre a la defensa de sus propios postulados y no a la verdad. Pensadores que, seducidos por sus propios egos hipertrofiados, pretenden hacer pasar su visión personal por la medida de todas las cosas.
Enviado por: Andrés Hombrebueno
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