Paranoias del rey

Lara Uceda
La muchacha estaba asomada por la ventana del gran palacio. Su melena plateada ondeaba al viento dejando al descubierto sus pálidos hombros. La fría ventisca del reino era inconfundible. La joven amaba su tierra natal, y no dudaría ni un segundo en manifestar eso con sus brillantes ojos azules recorriendo el paisaje nevado.

Acostumbrada al frío invernal del lugar, su menudo cuerpecito tan solo llevaba un vestido blanco de seda que cubría sus níveas piernas y dejaba sus delgados brazos a la vista de todos. Se incorporó y alejó de la ventana para acto seguido llamar a su lobo Eico, quien era su acompañante en todas sus aventuras. La chica de diecisiete años sonrió al ver a su querido amigo peludo cruzar la puerta y saludarla meneando la cola.

-Hola, Eico.-La muchacha acarició su lomo con cariño.-¿Vamos al bosque? Venga, antes de que se entere papá.

Entre risitas se acercó a la salida, pero en el umbral de la puerta la esperaba un no muy contento Ethan Linkey, su padre, que la miraba con su habitual expresión fría.

-¿Antes de que me entere de qué, Scarlett? Te tengo dicho que no debes salir de los muros de este castillo. Presiento que algo malo va a ocurrir dentro de muy poco, y no quiero que seas víctima de ello, tal y como lo fue tu madre.

El señor Linkey acercó su mano al rostro de su hija, con intención de acariciarla, pero ella se alejó.

-Papá, tú siempre has tenido visiones y sueños premonitorios, pero no por eso tengo que quedarme encerrada en esta casa toda mi vida. No fue mi culpa lo que le pasó a mamá y no eres el único que la echa de menos, ¿Sabes?

Los ojos de Scarlett se llenaron de lágrimas recordando a la persona que le dió la vida. Su madre era una mujer verdaderamente hermosa y amable. Era como un rayo de sol entre toda la nieve y el frío.

-Scarlett, algún día yo no estaré para proteger este lugar.-dijo el rey con tono severo.-Quiero que te mantengas a salvo hasta que llegue la hora de que cuides del reino.

-Yo no voy a vivir así. No pienso dejar que me manipules con tus paranoias, papá.

Scarlett echó a andar esquivando al rey.

-Hija, espera…

Lo ignoró con desprecio.
Texto libre Trabalibros

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