La cucaracha

Plácido Romero
La luz que se filtraba por las persianas me despertó. Tenía un horrible dolor de cabeza. ¿Dónde estaba? La cama, la habitación, todo me parecía extraño. Advertí que acostado junto a mí había una cucaracha. Era asquerosa. Enorme y asquerosa. Sus tráqueas emitían un ruido perturbador. ¿Cómo demonios había llegado allí? Me levanté, tratando de que no se despertara y busqué la ropa. Estaba tirada por todo el piso. La ropa interior en el dormitorio, el vestido y los pantis en el pasillo, el bolso y los zapatos en el recibidor. Metí los pantis en el bolso y me vestí rápidamente. Necesitaba ir al cuarto de baño. Lo encontré después de abrir dos puertas. Cuando acabé, ni siquiera le di al agua de la cisterna para no despertar a la cucaracha. Me miré en el espejo: tenía un aspecto horrible. ¿Qué había pasado la noche anterior? Había ido con Sonia y Cristina al Elviris. No recordaba nada más.
Cuando abrí la puerta, me encontré a la cucaracha esperando. Tenía un aspecto repugnante.
–¿Te apetece desayunar? –me preguntó.
Todavía no sé por qué le respondí que sí.
Texto libre Trabalibros

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