La ratona Matildita aprende a coser

Magda R. Martín
Pues resulta que en el Jardín de la Rosaleda era primavera pero era una primavera muy aburrida porque hacía frío, mucho viento y los pocos que salían a pasear, volvían deprisita a sus casas para tomar algo caliente y sentarse un ratito a tomar el sol.

La ratona Matildita, estaba de lo más aburrido y no se le ocurrió otra cosa que aprender a coser porque, tengo que deciros que, Matildita, aunque sabía hacer muchas cosas, no sabía ni dar una puntada. Como la única modista que había en el Jardín era la Conejita Fuencisla, Matildita, muy dispuesta, se puso el vestido de cuadros rojos y blancos, los pololos nuevos, una capotita de paja muy bonita que le habían traído los Reyes el año pasado, unas gafas de sol que le quedaban horribles prestadas por el cegatón del topo Don Marcelo que vivía en el rincón derecho del patio de la guardería "Los Pequeñajos" y tan campante se fue al Taller de modista de la conejita Fuencisla para que le enseñara a coser una camisa para regalársela al Cuclillas el día de su cumpleaños que era el 24 de junio cuando comenzaba el verano.

Como la ratona Matildita, aunque era muy buena, no le gustaba reconocer que no sabía hacer las cosas, en cuanto la Conejita Fuencisla le dio dos lecciones de como coger la aguja y coser un dobladillo, pensó que ya lo sabía hacer todo y ya no quiso volver más al taller porque se sentía avergonzada delante de la ratita Catalina que cosía de maravilla y de Chuchuna, la señora del gato Calasparra que como lo había pasado muy mal en la vida, se vio obligada a aprender de todo le gustara o no y también sabía coser estupendamente.

Pues dicho y hecho. Matildita se fue a la tienda de la araña Malospelos en busca de una tela floreada con la que confeccionar la camisa para el Cuclillas y después de gastarse un pastón en una tela de seda muy preciosa, se fue a su casa para darle unas cuantas puntadas y hacer una bonita camisola.

El día del cumpleaños del Cuclillas fue un día de verano maravilloso y después de soplar las velas y comer la tarta llegaron los regalos que el Cuclillas guardó en el armario de las cosas con las que no se sabe qué hacer.

Un domingo, cuando ya comenzaba el calor, el Cuclillas pensó en ponerse la camisa floreada que le había regalado su prima Matildita pero… cuando la metió por la cabeza, se quedó embutido en ella como si fuera un chorizo porque resulta que a Matildita se le había olvidado hacer los agujeros para sacar los brazos y la camisa parecía un saco. ¡Ay, Dios mío… La llantina que le entró al Cuclillas! No se lo quería decir a su mujer la ratita Catalina porque sabía que se iba a enfadar con Matildita, saldría corriendo a casa de la ratona para decirle que la camisa no tenía mangas y no sabía coser y, como el Cuclillas le tenía mucho cariño a Matildita porque siempre le había ayudado mucho, se quitó la camisola y con ella debajo del brazo se fue en busca del Triquiñuelas par que le ayudara a resolver el desaguisado, que quiere decir que le dijera como podía salir de aquel apuro sin hacerle daño a nadie.

El saltamontes Triquiñuelas se quedó un rato pensativo sin saber que hacer, tocó un ratito el violín para inspirarse mientras el Cuclillas comía una tostada con mermelada del desayuno que estaba haciendo el Triquiñuelas y cuando tuvo la respuesta le dijo al Cuclillas:

-¡Ya está! ¡Ya lo tengo!

-¿El qué?- le dijo el Cuclillas que, con lo rica que estaba la tostada, ya se había olvidado de la camisa.

-Ya sé cómo vamos a arreglar la camisa.

Cogió unas tijeras, calculó donde tenía que hacer los agujeros para que el Cuclillas metiera los brazos y, ni corto ni perezoso, le dio a la tela un par de tijeretazos, le quitó dos trozos de tela floreada y le puso la camisa a su amigo que le quedó como si la hubiera comprado en los almacenes "La Repanocha del Jardín". Luego, como no sabía que hacer con los retales que le habían sobrado, no se le ocurrió otra cosa que con un doblez aquí y otro allá, hacer un gorrito para que al Cuclillas no se le calentaran los sesos con aquel sol del verano que ya empezaba a agobiar demasiado.

Total, que nadie se enteró del destrozo de la camisa floreada, excepto la ratona Matildita que cuando vio los agujeros para los brazos y el gorrito de la misma tela que llevaba puesto el Cuclillas pensó que aquello no era normal y se dio cuenta de que todavía le faltaba mucho para aprender a ser una buena modista. Así que, un poquito avergonzada, se apuntó a las clases de costura del taller de la conejita Fuencisla y lo primero que aprendió fue a calcular donde se tenían que hacer los agujeros para las mangas en una camisa.

No hay que decir que el Cuclillas adoptó como su traje de domingo, la camisola y el gorrito floreado, por supuesto, y hasta ganó un concurso a la vestimenta más original que los almacenes "La Repanocha del Jardín" patrocinó para intentar vender un poco más y no tener que cerrar la tienda…. Porque con esto de la crisis… necesitaba inventar alguna idea. Pues eso, que la ratona Matildita, aprendió la lección y fue un poquito más humilde, el Cuclillas ganó un concurso de elegancia del que presumió mucho porque salió su foto en los periódicos y todo el mundo hablaba de él, y el saltamontes Triquiñuelas se embolsó unos Euritos porque fue quien le dio la idea al Director de los almacenes "La Repanocha del Jardín" para organizar el concurso…

Y ya está. Este es el cuento de hoy… ¡Ah! La ratona Matildita le devolvió las gafas de sol al Topo Don Marcelo porque, aunque ella se encontraba muy guapa, no veía un pimiento cuando se las ponías y un día se pegó un morrazo contra un farol que le salió un chichón del tamaño de una manzana y estuvo poniéndose una bolsa de hielo durante una semana.

Bueno amiguitos… (entre nosotros… me voy a la playa porque hace mucho calor. Quién sabe si me encontraré allí con el Cuclillas y la Matildita… que uno se encuentra siempre con sorpresas… Si los veo les daré recuerdos de vosotros) ¡Hasta pronto…!!!
Texto libre Trabalibros

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