La guardería

Magda R. Martín
Al conejo Don Adalberto y a la conejita Doña Fuencisla le nacieron tres conejitos a los que llamaron Ru-fino, Ru-gordo y Ru-medio. Los tres eran rubios, con las patitas, el rabito y los bigotes completamente blancos. A Ru-gordo acabaron llamándole Mermelindo porque en cuanto comenzó a crecer y se podía subir a un taburete, iba corriendo a la despensa, cogía el bote de mermelada de frambuesas que era la que más le gustaba y se lo zampaba antes de que nadie se diera cuenta, lo que sólo adivinaban porque se dejaba los bigotes pringados de la pegajosa mermelada de color rosa.

Al ratón Cuclillas y a la ratita Catalina, le nacieron también al mismo tiempo, tres ratitas preciosas de color plateado a las que llamaron, Blanca, Alba y Argenta. El Cuclillas estaba muy orgulloso de sus tres hijitas y en cuanto tenía unas horas libres las llevaba a pasear por la rosaleda hiciera frío o calor y allí se reunía con los conejitos de Don Adalberto y Doña Fuencisla que también se sentían muy orgullosos de ellos y no hacían más que pasearlos de un lado a otro en el cochecito para que todo el mundo los viera vestiditos de azul y con un gorrito de lana con orejeras la mar de chulo.

Pero, tanto los papás de unos como los de las otras, un día se dieron cuenta de que no tenían tiempo de cuidar a sus hijitos porque debían de atender a sus trabajos; Don Adalberto el conejo, como profesor de la Escuela y el ratón Cuclillas como encargado de barrenderos en el Ayuntamiento y sólo quedaban las mamás para cuidarlos cosa que también era muy problemática porque las dos tenían que trabajar en el taller de costura de la conejita Doña Fuencisla.

Así que con todos estos líos que no sabían como solucionar, llamaron al saltamontes Triquiñuelas que era el que todo lo arreglaba y le explicaron el caso.

-Oye Triqui, tu que eres tan listo a ver si nos puedes ayudar ¿qué podemos hacer para cuidar de nuestros hijitos y atender al mismo tiempo a nuestros trabajos?

-Pues está bien claro- dijo Triquiñuelas que no veía donde encontraban el problema –hay que llevarlos a la guardería.

-¿Pero… qué guardería…?-dijeron la ratita y la conejita al mismo tiempo – si en el Jardín de la Rosaleda no hay ninguna…

-Pues es verdad…-dijo el Triquiñuelas rascándose los cuernecillos. Y después de quedarse un rato pensando, el Triquiñuelas, muy serio, se subió a la higuera de un salto y mientras tocaba el violín pensaba en como solucionar aquel asunto difícil. Cuando más entusiasmado estaba tocando "El vuelo del moscardón", de pronto, se le encendió la lucecita de las ideas geniales. Paró de tocar el violín, se bajó del árbol de otro salto y les dijo a todos:

-¡Ya está! Tenemos que crear una guardería donde puedan cuidar a los bebés.

Todos le miraron con cara de tontos porque el que más y el que menos no sabía como podrían poner una Guardería en el jardín pero el Triquiñuelas que era muy listo, se fue al Ayuntamiento para hablar con Don Nicanor el Alcalde y al día siguiente todos los habitantes de la Rosaleda pudieron leer un Bando en el que se convocaba un concurso para Guardería del jardín. El Ayuntamiento se hacía cargo de los gastos a quien presentara el mejor proyecto y además le daba a la Guardería 400 Euros por cada bebé que cuidara, por lo tanto a los papás todo les salía gratis.

¡La que se armó! Cada cual empezó a construir en el lado más soleado de su casa una habitación que sirviera de guardería, subiendo una pared aquí y derribando otra allá y hasta hubo quien taló algún árbol de los más antiguos del jardín que, luego, le costó una multa bien gorda. Pero la más lista fue la Ratona

Matildita que, como se había quedado sola después de la boda de su primo el Cuclillas, le sobraban habitaciones además de un patio que tenía lleno de tiestos con flores siempre muy limpio y arreglado. Y como a Matildita le gustaban mucho los bebés, presentó un proyecto de Guardería de lo más ¡guay!. Claro que quien le ayudó en hacer los dibujos y preparar toda la documentación fue el Triquiñuelas que ya sabéis la quería mucho y ¡vamos, vamooooossss…! ¡menudo proyecto les salió! Compraron cunas, biberones, juguetes, carruseles con música… Pusieron cortinas con dibujitos en las habitaciones y en el patio columpios y toboganes y cuando lo presentaron todo al Ayuntamiento, Don Nicanor se quedó pasmado.

Al día siguiente salió otro bando en el que se leía: "Después de estudiar todos los proyectos para instalar una Guardería en el Jardín de la Rosaleda, se ha concedido el premio al presentado por la Ratona Doña Matildita que será la encargada de cuidar a todos los bebés nacidos y por nacer en este jardín. He dicho". Y firmaba: "El Alcalde, Gorrión Don Nicanor"

¡Buenoooo, buenoooo…! Todos comenzaron a felicitar a Matildita, que si "¡qué suerte, Matildita…!" que si "yo también llevaré a los míos a la guardería…" que si "a ver si los cuidas bien, Matildita…" y hasta alguno tuvo la ocurrencia de decir: "¡…anda Matildita que te vas a hacer de oro…! Pero ella no hacía caso de tonterías, andaba a lo suyo y estaba tan emocionada que hasta se puso a llorar con unos lagrimones como puños que le mojaron hasta los calcetines y como se le había olvidado el pañuelo en casa, tuvo que secarse las lágrimas con la punta del delantal. ¡Ay qué ver! El Triquiñuelas ¡estabaaaa…! ¡qué no veassss….! ¡más ancho que alto! Porque casi todo lo había hecho él, claro… Y no hacía más que sonreír y ponerse los dedos pulgares en el chaleco para presumir un poco sacando pecho, más chulo que el Cuclillas aquel día cuando llegó al Jardín de la Rosaleda.

Total… que la ratona Matildita puso una guardería de lo más chupi que llamó "GUARDERÍA LOS PEQUEÑAJOS" y desde entonces fue la ratona más feliz del jardín porque no paraba de ir de un lado para otro, preparando biberones y papillas y no tenía tiempo para pensar otras cosas que la podían poner triste.

Como podréis imaginar, los primeros bebés de la guardería fueron los conejitos Ru-fino, Ru-gordo (Mermelindo), Ru-medio y las ratitas Blanca, Alba y Argenta. Pero un día pasó algo que ya explicaremos en otro cuento porque es un poco largo y en este no tenemos tiempo. Resulta que el gato Calasparra no era un gato solitario como decía sino que tenía familia, una gatita que se llamaba Chuchuna y tres cachorros, dos gatitos y una gatita a los que se conocía por el nombre de Peluso, Timoteo y la gatita Casilda, y resultó que vivían en el hueco de un árbol viejo en el Parque del Retiro hasta que, un día, el Triquiñuelas en una excursión que hizo con el Cuclillas para enseñarle las alcantarillas de los Madriles, los descubrió y se los llevó a todos al Jardín de la Rosaleda. ¡Menuda sorpresa se llevaron todos…! Y el que más el gato Calasparra….que no los esperaba… claro… Pero eso ya lo explicaremos, ahora me voy a comprar una lechuga para hacerme una ensalada. ¡Adiooooos….. amiguitooooos!
Texto libre Trabalibros

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