Enferma flor

Andrea Rivera
Aún recuerdo el día que la vi por primera vez. Ya existía antes de que yo la viera, pero sentí que aquella mirada me dio la vida. Yo me encargaba de cuidarla mientras ella me proporcionaba alegría, frescura e ilusión. La veía cada día al levantarme y la daba las buenas noches al acostarme.

Sin duda lo que más me gustaba de aquella flor era como sus pétalos brillantes como el sol conseguían sacarme más de una sonrisa.

Hubo un día que esta comenzó a perder su color. Esa luz que iluminaba mi casa dejó de ser tan intensa para convertirse casi en un agujero negro. Le pregunté a papá qué le pasaba la flor pues parecía enferma.

"Porque lo está" me dijo.

Sentí un vacío en interior demasiado grande como para que algo lo pudiera reparar. Desde ese día comencé a cuidarla más ya que quería que se pusiese buena para así poder ponérmela en el pelo y enseñársela a mis amigas.

Cada día la daba de comer y me encargaba de cambiar el agua para así intentar sacarla una sonrisa. No me olvidaba de sus minerales diarios para que la enfermedad desapareciera. La verdad es que me parecía gracioso que ella también tuviera medicinas como cuando a mí me dolía la cabeza.

Después de varios meses, llegue a casa, pero la flor ya no estaba. Pregunté por ella a papá, pero no me hablaba. Descubrí que las medicinas no habían conseguido que se curara y pese al esfuerzo no consiguió recuperar ese brillo que tanto me gustaba. Lloré en mi cama porque se fue sin que pudiera decirla lo mucho que la amaba.

Porque son solo dos palabras que no cuestan nada pero que se graban en el alma.

Te quiero.
Texto libre Trabalibros

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