Crimen disfrazado

Jairo Sebastián Zanetti
Hace unas horas la policía encontró el cadáver. Un anciano barbudo, sucio y en harapos, lo que conocemos como vagabundo. Inmediatamente han llamado al forense. Ya ha tomado nota de cada detalle y tiene unas hipótesis. Dice que no fue suicidio, a lo mejor sí, algún que otro tipo de asesinato. El libro abierto de espaldas, es decir visible por sus tapas y aferrado a su pecho, fue una prueba muy importante en su investigación. Sobre todo por la nota que escribió con sus dedos, tiznados de barro en su interior. El especialista supone, casi seguro, que murió completamente feliz. Para ello da cuenta de la sonrisa visible en su rostro y sus ojos, sin chispas vitales, aunque perdidamente enamorados de algún cielo. Me ha mostrado su nota, casi garabateada sobre una de las páginas de dicho libro, la he leído hacia dentro y hacia fuera. Pero es para rezarla en voz alta. Se me han caído dos gruesas lágrimas, inmensas como un río de mi alma entera hecha pedazos. Obligadamente y, siendo que mi función de ser el periodista es informar feacientemente los hechos, debo traducírselas a los lectores. Cruda, intensa, carnívora por momentos, me la vuelvo a repetir, una y otra y otra vez: "Presiento que me marcho, ya nadie renegará de mis pasos entre la muchedumbre, siempre he sido el invisible, el desapercibido; pero aquí yacerá mi testamento, quien por fortuna herede este libro que me he encontrado en cumbres de la basura, sabrá que existió para mi un mundo donde me la he pasado de maravillas, he sido millonario, aunque muy pocos lo hayan notado, debe saber aquel a quien estas palabras iluminen, que un día de lectura, bastó para ser feliz eternamente".

No dormiré durante toda esta noche y las siguientes, pensando en él. Todavía no se comprueban las hipótesis del crimen. Si fue por ignorancia, por desconocimiento, por soberbia, por avaricia, por ego, por ambición. Lo que sí se sabe, que los hombres de esta bendita malagradecida sociedad, somos los indiscutidos culpables del hecho de su muerte. Siempre remorderá mis pensamientos, será la peor de las condenas perpetuas.
Texto libre Trabalibros

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