"¿Sabes por qué se cargaron la Ruta del Bakalao? Porque nadie pudo soportarla. Nadie pudo soportar que los jóvenes fueran libres en Valencia. Se inventaron que nos drogábamos más que nadie, que nos matábamos más que nadie y que éramos los peores. Todavía recuerdo las palabras de un tipo en Televisión Española poniendo a caldo a los jóvenes que nos congregábamos en las discotecas. Fuimos una mala hierba que hubo que cortar de raíz para que a nadie se le ocurriera pensar que la eclosión de libertad que aquí se vivía era producto de la podredumbre social y política que ha acabado explotándonos en la cara."
Después de los años sombríos de la Dictadura y la moralidad progresista de la Transición, inspirados por la
Movida Madchester británica, los jóvenes valencianos decidieron romper la monotonía universitaria, salir los fines de semana y entregarse al camino del exceso.
Toni, protagonista de la novela, no ha sido capaz de borrar de su memoria el desenfreno de principios de los noventa en plena
Ruta del Bakalao, cuando era joven, inconsciente e irresistible para las mujeres. Fiestas ilegales, discotecas como Barraka, Espiral, Chocolate, El Templo, Puzzle y Spook, aparcamientos donde consumía toda clase de sustancias recreativas... ¿Acaso hubo algo mejor en su vida?
El presente no le ofrece grandes expectativas: sus padres han muerto, divorciado, solitario, viviendo de una miserable prestación del INEM y trapicheos para llegar a duras penas a finales de mes, los días de gloria quedaron décadas atrás. Todos los conocidos de la época han formado una familia, incorporado al mundo laboral, cambiado de hábitos, muerto o en la cárcel. El protagonista se encuentra en tierra de nadie.
A raíz del fallecimiento de
Vicente, un antiguo compañero de juerga, Toni retoma el contacto con Paco, amigo con el que no trataba desde hacía veinte años. Este, aunque se crea un hombre de negocios, regenta un sórdido burdel lleno de extranjeras sin papeles. Todo un modelo de conducta para la gente del pueblo.
Toni es consciente de ser un perdedor, que la vida le ha escupido a la cara. Necesitado de afecto y comprensión, el sexo vacío con prostitutas (
Dora es la mejor chica del local) de su colega tampoco le satisface. En su momento, víctima de sus propias adicciones, decidió sentar la cabeza para escapar de la autodestrucción que amenazaba con llevarlo al otro mundo. Huelga decir que fue una pérdida de tiempo; el matrimonio no pudo salvarle de sí mismo.
Una noche de cartas, entre copas y cocaína, a Paco se le ocurre la extravagante idea de resucitar la
Ruta Destroy: una última fiesta en El Templo que demuestre al mundo que los veteranos ruteros aún tienen algo que decir y, de paso, destrozarse las fosas nasales y romperse los tobillos bailando. Que todo el mundo esté en contra de ese plan descabellado, hace que Paco se emperre en lograr su objetivo cueste lo que cueste.
Con un lenguaje sencillo, descarado y callejero, lleno de humor negro y no exento de vulgaridad,
Bayo no se priva de criticar al sistema; el mismo que aniquiló la única muestra de rebeldía y hedonismo que conoció España desde que Franco terminó en El Valle de los Caídos. Aunque muchos extrañen su presencia y deseen volverlo a instalarlo en el poder, por desgracia para ellos, nadie volverá a cantar “Cara al sol” en los colegios. Poco ha cambiado a nivel social desde 1975.
Un sentimiento de nostalgia recorre toda la obra: el de una época mejor, libre y sin límites de ninguna clase; todo era posible. El día a día, gris y rutinario, en la que la muerte parece la única alternativa, palidece en comparación con el esplendor de los viejos tiempos. Toni ha encontrado una meta; la jarana lo hará renacer de sus cenizas como un ave fénix. Violar las normas y terminar en la cárcel le resulta irrelevante.
El propio autor, bajo el nombre de
Lightman, tiene un rol protagónico en el libro: famoso
DJ, conocido en todo el mundo, que arrasaba en las cabinas de las discotecas en el punto álgido de la Ruta. ¿Ironía o autobombo? Puede que realidad y ficción se mezclen. Anécdotas jugosas, cada cual más estrafalaria que la anterior, resultan demasiado verosímiles. En aquella época sabían pasarlo a lo grande.
Finalmente, la fiesta discurre por la senda habitual de desenfreno: miles de personas danzando, alcohol, estupefacientes a mansalva, las autoridades incapaces de detener el caos, escenas bizarras en el parking. Atiborrado con toda la química que puede encontrar (blanca, mescalina, LSD, speed, cristal), el protagonista termina cometiendo los mismos errores de antaño. Cuanto más cambian las cosas más siguen igual.
Divertida, obscena e iconoclasta, "
No iba a salir y me lie" es una corriente de aire fresco entre tanta literatura “políticamente correcta”. Resulta chocante que Roca Editorial haya apostado por una novela de estas características. A diferencia de
Irvine Welsh,
William S. Burroughs,
Hunter S. Thompson,
Ken Kesey,
Hubert Selby Jr. o
Charles Bukowski, el undergroud patrio no suele tener cabida en las grandes ligas. Esperemos que las editoriales españolas continúen arriesgando con propuestas que se salgan de lo convencional.