Foe (J. M. Coetzee)-Trabalibros
Foe
Ficha técnica:
Autor: J. M. Coetzee
Editorial: Debolsillo
ISBN: 9788497935593
Número de páginas: 160
Género: Narrativa
Valoración:
Susan Barton es abandonada en un bote a la deriva por la tripulación amotinada de un mercante portugués. Sobrevive nadando hasta una pequeña isla habitada por dos náufragos veteranos: Robinson Cruso y su criado mudo Viernes, un esclavo negro al que le fue amputada la lengua. Los tres habitantes de la isla son rescatados por un barco inglés y en el trayecto hacia Bristol muere Cruso. A su llegada a Inglaterra y siempre acompañada por Viernes, Susan contacta con el famoso escritor Daniel Foe con la intención de que éste escriba un libro acerca de sus aventuras en la isla. A tal efecto, establece con él una copiosa correspondencia que constituye la base de esta narración epistolar de Coetzee.

Robinson Crusoe tenía a dios y además a los "otros" representados en la persona de Viernes, cosa que le libró de la animalidad durante su estancia en la isla. Proceso que sí afectó al marinero Selkirk, náufrago real, cuya historia sirvió de base a Defoe y que un bergantín encontró años después de su naufragio, completamente asilvestrado y habiendo perdido incluso la capacidad de hablar. Cruso, el náufrago creado por Coetzee, carece de la laboriosidad utilitarista de signo protestante del verdadero Robinson, así como de una verdadera compañía humana que represente un germen de sociedad, ya que el Viernes de Coetzee carece del atributo fundamental humano de la palabra. Pertenece a un lugar "en el que los cuerpos cuentan con sus propios signos". Además Cruso se niega a llevar un diario; al contrario que Crusoe no cree que deba quedar constancia escrita de su paso por la isla.

Para Susan Barton si la vida propia no queda reflejada de alguna manera al verla desde la distancia acaba perdiendo sus rasgos distintivos. Si no la rescatamos del olvido, aquello que la hace única, acaba confundiéndose con la gran masa amorfa de lo in-significante. La pequeña verdad de cada vida, lo que la convierte en digna de ser recordada y contada, son los "pequeños detalles". Susan se sorprende de que Cruso no quiera fijar esos pequeños detalles de su vida en la isla, según él nada importante se olvida y si se olvida es que no merecía recordarse. El único testimonio físico del paso de Cruso por la isla desierta serán las terrazas y muros que se afana por construir día a día y que serán la única marca cultural que dejará en su pequeño reino. Los bancales carecían de utilidad, ya que no iba a plantar nada en ellos, sólo eran una forma de indicar que "no todo aquel que lleva la marca del naufragio, se siente náufrago en el fondo de su corazón".

Ya en Inglaterra Susan Barton se convierte en narradora de su propia historia y la de Cruso e intenta que Foe -experto en el "arte de oír confesiones"- con su talento e imaginación convierta sus vivencias en la isla en la más pura expresión de la verdad. A través de sus cartas al escritor Susan habla de las particularidades como náufrago de Cruso, del misterio que envuelve a Viernes y su mutismo, pero también reflexiona acerca de la necesidad de los hablantes de encontrar respuesta a sus preguntas, de la magia de las palabras, de las cosas que aceptamos en la vida y que en la ficción encontraríamos inaceptables, de la capacidad que tienen los buenos escritores de saber en qué ostra hay una perla o de vivificar una historia pobre a través de su inserción en otras historias.

En palabras del propio Foe, "En toda historia hay siempre, en mi opinión, algún silencio, alguna mirada oculta, una palabra que se calla. Hasta que no hayamos dado expresión a lo inefable no habremos llegado al corazón de la historia". Quizá al corazón de esta historia sea la duda, la duda que generan algunas cuestiones como: ¿Por qué se habla cuando no hay ninguna necesidad de decir nada? ¿Por qué se escribe y para quién cuando no hay ninguna necesidad de contar la propia vida? Lo que se cuenta, ¿a qué orden de realidad pertenece? ¿Quién es realmente el que habla o el que escribe? Creadores y criaturas, ¿no pertenecen todos a un mundo carente de libertad? ¿La escritura es la sombra de la palabra hablada o brota de "nuestros más íntimos silencios"?
Enviado por: J. Escribano Llibrer
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