Bueno, ¿y por qué no, si se me antojaba y si con ello conseguía disminuir mi tensión? Le iba a mi papel. Encajaba con mi imagen de persona insulsa y de buen carácter, incapaz de hacer nada malo aunque quisiera. El propio Rothman había admitido que por muy absurdo que todo pareciese, más absurdo aún sería tomarme por un asesino. Mi manera de hablar constituía una parte importante de mí… una parte de la persona que había conseguido engañarles a todos. Si de repente dejaba de hablar así, ¿qué iban a pensar?
(Jim Thompson)
Central City, una tranquila comunidad petrolera situada al oeste de Texas, alberga un monstruo en su interior. Mundano e insulso, el
sheriff adjunto Lou Ford disfruta incordiando a sus vecinos; la placa le permite hacer lo que le apetezca. Insatisfecho por una vida gris y rutinaria, le cuesta controlar el desprecio que experimenta hacia sus semejantes. Siente la necesidad de huir del condado en busca de nuevos horizontes, de dejar atrás a Amy Staton con la que no desea comprometerse, pero es demasiado apático para tomar decisión alguna al respecto. Su oscuro pasado lo asedia a diario; el lobo con piel de cordero no tardará en despertar de su letargo.
Jim Thompson vuelve a ofrecernos a otro de sus personajes turbios. Un estudio en primera persona de la mentalidad del psicópata: frío, amoral y sin sentimiento de culpa. Durante años, el protagonista ha reprimido sus instintos tenebrosos pero, a raíz de una relación que roza el masoquismo con una prostituta, decide dar rienda suelta a su lado salvaje. Inmerso en una espiral de paranoia, sexo y violencia, no duda en liquidar a todos aquellos que se le pongan por delante. El progenitor de Thompson —alcohólico, pendenciero, déspota y estafador— fue una constante inspiración para el novelista; los mejores antihéroes de su obra están basados en su persona. Hay ciertas ocasiones en la que los hijos siempre odian a los padres.
Ford lleva una doble fachada. Se muestra como un tipo amable, bobalicón y servicial, cuando en realidad es incapaz de controlar sus peores instintos; la necesidad de matar se encuentra profundamente arraigada en su interior. Todo empieza con un favor: debe expulsar de la ciudad a
Joyce, la misma que está chantajeando a
Elmet Conway, hijo alcohólico, malcriado y propenso a meterse en problemas del cacique local
Derek Conway que, a todas luces, ordenó matar al hermano del protagonista para evitar que lo denunciara por corrupción. La venganza, tal como reza el dicho, es un plato que se sirve frío.
En palabras de
Ford:
"En muchos libros que he leído, el autor parece descarrilar, enloquece en cuanto llega al momento culminante. Empieza a olvidarse de los signos de puntuación, suelta todas las palabras de una vez y divaga acerca de las estrellas que parpadean y que se sumergen en un profundo océano opaco. Y no hay forma de enterarse si el protagonista está encima de la chica o de una piedra. Creo que este tipo de manía pasa por tener un gran valor intelectual".
A partir de entonces, en una espiral de sangre, sus escrúpulos cada vez son menores a la hora de conseguir su objetivo: parecer impune ante la alfombra de cadáveres que va dejando tras su paso. Todos sospechan de Ford pero ha sido demasiado meticuloso; no existen pruebas que puedan inculparle. Los vecinos, en su inocencia, se niegan a creer que el ayudante del sheriff pueda matar a golpes a una mujer o vaciar el tambor de un 32 en la cara de cualquiera. El ambiente rural de la Norteamérica profunda es palpable: calor, opresión, ganado, pólvora, whisky y polvo llenan las páginas.
Conforme transcurre la narración, el círculo se estrecha en torno al protagonista. Este se ve obligado a matar sin que pueda evitarlo, busca de forma consciente la perdición aunque crea en sus propias mentiras para justificar sus actos. Como era habitual en
Thompson, de forma velada, nos encontramos con elementos autobiográficos en la historia: la tortuosa relación con su padre, miedo a la castración, aventuras con sus amantes, desazón hacia el ser humano, demonios internos, el pesimismo ante una existencia desperdiciada. Su estilo, directo y cortante como una navaja de afeitar, está exento descripciones innecesarias. Los diálogos, rápidos y escuetos, también carecen de florituras. Eran los años cincuenta: los hombres eran parcos en palabras y no había lugar para el sentimentalismo. En caso de emergencia, el olvido podía encontrarse en el fondo de una botella de Jack Daniels. Stanley Kubrick, Quentin Tarantino, los hermanos Cohen y Nick Cave, entre muchos otros, deben mucho a la lírica descarnada de Thompson.
Tal como ha sucedido con los mejores escritores, Jim Thompson no fue reconocido hasta después de su muerte. En la actualidad está considerado uno de los grandes de la novela negra estadounidense, a la altura de
Raymond Chandler,
Dashiell Hammett y
Elmore Leonard. Junto a "Noche salvaje", "La Huida", "1280 almas" y "Los timadores", "
El asesino dentro de mí" es una de las mejores obras del escritor. Una lectura intensa y amena, completamente recomendable, que ahonda en los peores recovecos del alma humana.