"Hay una raza de hombres inadaptados
una raza que no puede detenerse
hombres que destrozan el corazón
a quien se les acerca
y vagan por el mundo a su antojo…
Recorren los campos y remontan los ríos
escalan las cimas más altas de las montañas;
Llevan en sí la maldición de la sangre gitana
y no saben cómo descansar.
Si siguieran siempre en el mismo camino llegarían muy lejos;
pero siempre se cansan
de las cosas que ya están,
y quieren lo extraño, lo nuevo, siempre".
"Era un joven como los de los últimos tiempos, es decir, honrado por naturaleza, alguien que reclama la verdad, una verdad que busca y en la que cree, y que, por haber creído, exige participar de inmediato en ella con toda la fuerza de su alma; alguien que exige la realización urgente de una proeza y que desea imperiosamente sacrificar todo lo que sea necesario, hasta la vida, en aras de esa proeza".
"La juventud es como una gran fuente de dulces. Los sentimentalistas creen que quieren volver a aquel estado puro y simple, antes de comerse los dulces. No es así. Lo que añoran es el placer de volverlos a comer. La matrona no desea volver a sus años de soltera sino repetir su luna de miel. Yo no quiero reincidir en mi inocencia. Sólo añoro el placer de volverla a perder".
"Los cronopios tienen conductas de poetas, de asociales. Pierden la cabeza cuando se enamoran; dejan de escribir en el papel, y comienzan a escribir poemas en todas partes. ¿Qué hace un cronopio cuando se enamora? Pierde la cabeza, eso y se dedica a cortar margaritas. Cuando a un cronopio le rompen el corazón, llora un poco, y luego un poco más. Se sabe "desdichado y húmedo". Pero mientras llora, piensa en que a todos alguna vez les rompen el corazón. En que enamorarse significa también llorar un poco. Y que a diferencia de los famas, el cronopio llora cuando tiene ganas, y como tiene ganas, llora un poco más…"
"No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia [...]"
"¿Son las personas como las vemos? Pensaba que sí. Por eso a veces es tan fácil enamorarse: sólo hay que saber mirar y encontrar lo que uno busca. ¿Alguien es capaz de imaginarse cómo funcionaría el mundo si viéramos exactamente igual a todas las personas? Seguramente, y sin ánimo de ser catastrofista, sufriríamos una guerra eterna. La diferencia es fundamental para evolucionar. De esta manera se puede, aunque cuesta, dejar de estar enamorado de alguien pese a que nunca lo dejemos de querer. Sólo hay que saber verlo como lo que es en este momento, y no como lo recordamos cuando lo amábamos. Ése es el truco. Eso es lo que yo creo: el amor se termina cuando hay más recuerdos que sueños."
"Lo que te desespera de pronto es no saber. No estar seguro, sospechar tanto. La ignorancia es desamparo y el desamparo, intemperie: por eso irrita, aturde, da frío. por eso desentierras. Para saber si conociste a fondo a tu padre o solo lo viste pasar. Para saber cuán inexactos o deformados son los recuerdos esparcidos en la sobremesa de los almuerzos familiares; qué esconden esas repetitivas anécdotas que, contadas como parábolas, grafican muy bien la superficie de una vida, pero nunca revelan su intimidad [...]"
"Si la realidad estuviera bien hecha, bien acabada, no necesitaríamos completarla por medio de ficciones. Las narrativas dan sentido a un mundo improvisado, prolijo, caótico. Aun sin la existencia de literatura y, por lo tanto, sin la existencia de géneros definidos, la imaginación, el sueño, la nostalgia y el anhelo completan la realidad. No concibo un proceso mental que no agregue algo al tema de su razonamiento. Ese sobrante -la corrección mental del mundo- es el germen de la ficción. Esto implica que no se trata, tan sólo, de un recurso para mentir. La forma en que imaginamos lo real pertenece a la realidad [...] Las ficciones pertenecen a la realidad como el eco pertenece al sonido o el reflejo a la percepción óptica".
"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitad de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve me parecía a mí que estaba metido entre las estrechezas de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos, que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recebidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre. ¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!"
"Los lugares me inspiran cuando los veo, por ejemplo, desde una carretera o desde un tren. Veo un bosque, un camino, un riachuelo a lo largo de una carretera nacional, entre vallas publicitarias y almacenes. Algunos acontecimientos, algunos seres son como los paisajes. No se les puede retener (o recordar) más que de pasada, a hurtadillas. Ejercen sin embargo una influencia radical sobre todo lo que es formulado, son la materia misma de la escritura".
"El alma existe lo mismito que el codo (flexible, afilada, poco obvia) y surge igual que la lengua (locuaz, catadora, huidiza). Se estira cuando desea y se repliega en cuanto teme. No se puede abarcar por razones invisibles.
Desoyendo las supercherías que se han divulgado acerca de ella, rara vez se pronuncia en las zonas más explotadas por la retórica, tales como corazón, cabeza u ojos. Su instinto de protección tiende a evitar lugares tan expuestos, donde un verso afectado o una mala plegaria podrían herirla fácilmente. Por este motivo, el alma se manifiesta allí donde nadie la espera: una uña, la papada, la rótula. En fechas señaladas se inclina hacia el hueso sacro, que oficia la unión del cuerpo con su dorso".
"He vuelto hace unos instantes de visitar a mi casero y ya se me figura que ese solitario vecino va a inquietarme por más de una causa. En este bello país, que ningún misántropo hubiese podido encontrar más agradable en toda Inglaterra, el señor Heathcliff y yo habríamos hecho una pareja ideal de compañeros. Porque ese hombre me ha parecido extraordinario. Y eso que no mostró reparar en la espontánea simpatía que me inspiró. Por el contrario, metió los dedos más profundamente en los bolsillos de su chaleco y sus ojos desaparecieron entre sus párpados cuando me oyó pronunciar mi nombre y preguntarle:
-¿El señor Heathcliff?
Él asintió con la cabeza".
"¿Cuál es la diferencia entre bibliofilia y bibliomanía? [...] Un bibliómano conservaría secretamente el ejemplar para sí mismo, sin mostrarlo jamás porque solo con hablar de la Biblia movilizaría a ladrones de medio mundo, por lo que debería hojearlo él solo por las noches, como el Tío Gilito cuando se baña en sus dólares. Un bibliófilo, en cambio, querría que todos vieran semejante maravilla, y supieran que es suya. Entonces escribiría al alcalde de su ciudad, le pediría que la expusiera en el salón principal de la biblioteca municipal [...] Ahora bien, ¿cuál sería el placer de poseer el objeto más raro del mundo sin poder levantarse a las tres de la madrugada para ir a hojearlo? Ese es el drama: tener la Biblia de Gutenberg sería como no tenerla. Y entonces ¿por qué soñar con esa utópica viejecita? Pues bien, el bibliófilo sueña siempre con ella, como si fuera un bibliómano".
"Todos los días, durante un momento de duración variable, la ciudad retrocede cien años y le cae un aire aldeano y encogido, se deja atravesar por colores gastados. A la espalda de todos los ruidos se percibe el eco de una inclinación de árboles, de mugidos y gallineros, de piedras pisadas lerdamente en la siesta. Aquel día el momento llegó en la madrugada y paralizó el paisaje de la plaza detrás de la Melliza verdadera mientras yo miraba la boca en movimiento de su hermana, la cara redondeada y serena que nos iba explicando, paciente y convencida, cómo es el mundo, cómo estamos condenados a ser".
"Londres. [...] Niebla por todas partes. Niebla río arriba, por donde este fluye entre verdes mejanas y prados; niebla río abajo, por donde se desliza contaminado entre hileras de buques y de detritus ribereños de una gran (y sucia) ciudad. Niebla en los marjales de Essex, niebla en las colinas de Kent. Niebla que se desliza por los fogones de los bergantines del carbón; niebla que cae en los astilleros y que se enrosca en torno a las jarcias de los grandes barcos; niebla que pesa sobre las cubiertas de gabarras y barcazas. Niebla en los ojos, niebla en las gargantas de los pensionistas de Greenwich, provocándoles una tenaz carraspera junto al hogar en sus asilos. Niebla en la caña y en la cazoleta de la pipa vespertina del hosco patrón, tumbado en su camarote. Niebla que aguijonea los dedos de los pies y de las manos del grumete, que tiembla de frío sobre la cubierta".
"Para los hombres blancos que trabajaban en el puerto y para los capitanes de las embarcaciones era simplemente Jim. Huelga decir que tenía otro nombre, pero no manifestaba interés alguno en que este fuera pronunciado siquiera. Su anonimato, con más agujeros que un colador, no tenía como objeto encubrir su verdadera personalidad, sino un hecho. Cuando el acontecimiento en cuestión salía a la luz, Jim abandonaba, de un día para otro, el puerto donde se encontraba en ese momento y ponía rumbo a otro, por lo general situado más al este. Se aferraba a tierra firme porque era un marinero exiliado del mar y porque tenía esa habilidad en la teoría, que solo es útil para la ocupación de corredor comercial. Emprendía su tranquila y ordenada retirada con rumbo al sol naciente, y el hecho lo seguía con indiferencia aunque de forma inevitable".
"A veces pienso que nuestras enteras vidas [...] no son sino el largo y aplazado anhelo de volver a ser indetectables como cuando no habíamos nacido, invisibles, sin desprender calor, inaudibles; de callar y estarnos quietos, de desandar lo recorrido y deshacer lo ya hecho que nunca puede deshacerse, a lo sumo olvidarse si hay suerte y si nadie lo cuenta; de borrar todas las huellas que atestigüen nuestra existencia pasada y por desgracia aún presente y futura durante un tiempo. Y sin embargo no somos capaces de intentar dar cumplimiento a ese anhelo que ni siquiera nos reconocemos, o lo son tan sólo los espíritus muy valientes y fuertes, casi inhumanos [...]"
"No había nadie, no estaba enamorada de ningún otro y sabía que no lo estaría durante mucho tiempo, así que ¿por qué había inventado que tenía un amante? No lo sabía [...] Pensó que lo protegía al darle una explicación, por más trivial que ésta pareciera [...]; al fin y al cabo, las personas que estaban en pareja se enamoraban de otras personas que también estaban en pareja o estaban solas: pasaba todo el tiempo, y era tal vez doloroso, pero al menos era algo, algo que podía decirse y podía comprenderse, no lo que Ella sentía, así que no lo pensó, o lo pensó sólo por un segundo y le dijo que sí, que tenía otro, y después de mentirle cerró los ojos, como alguien que, en el momento en que el vaso resbala de sus manos, cuando ya es evidente que no va a poder asirlo, cierra los ojos porque no necesita verlo hacerse trizas en el suelo para saber que se ha roto, le basta con el estruendo".
"Ese hombre lleva sin levantar la cabeza del portátil desde que hemos salido de Madrid [...] Si nos fijamos bien, ese hombre debería ser llamativo, atractivo, el típico varón poderoso y conocedor de su propio poder. Pero hay algo en él descolocado, algo fallido y erróneo. Una ausencia de esqueleto, por así decirlo. Esto es, una ausencia completa de destino, que es como andar sin huesos. Se diría que ese hombre no ha logrado un acuerdo con la vida, un acuerdo consigo mismo, lo cual, a estas alturas ya todos lo sabemos, es el único éxito al que podemos aspirar: a llegar, como un tren, como este mismo tren, a una estación aceptable".
"En pocas palabras, ¿qué ocurría en el mundo de los adultos, en la cabeza de personas muy razonables, en sus cuerpos llenos de saber? ¿Qué los transformaba en los animales menos dignos de confianza, peores que los reptiles?
La desazón era tan grande que para estas y otras preguntas nunca busqué verdaderas respuestas. Las rechazaba en cuanto asomaban y todavía hoy me cuesta volver sobre ellas".
"¿Cuántas películas habré visto? No es serio hacer cuentas, pero a cuatro películas por semana son doscientas al año, como mínimo, y si ese régimen lo mantuve desde los ocho a los dieciocho años, suman dos mil películas [...] Cuatro meses. Esto puede dar una imagen más concreta que el número desnudo; aunque tiene el inconveniente de hacer pensar en una sola larguísima y torturante película, cuando fueron dos mil, todas distintas, intercaladas en una larga infancia, ansiosamente esperadas, y después criticadas, comparadas, contadas, recordadas. Sobre todo recordadas; almacenadas como el variado tesoro que eran. De eso puedo dar fe. Esas dos mil películas siguen vivas en mí, vivas con una vida extraña, de resurrecciones, de apariciones, como una historia de fantasmas"
"Ese es su temperamento. Su temperamento ya no va a cambiar: es demasiado viejo. Su temperamento ya está cuajado, es inamovible. Primero el cráneo, luego el temperamento: las dos partes más duras del cuerpo.
Sigue el dictado de tu temperamento. No se trata de una filosofía, él no lo dignificaría con ese nombre. Es más bien una regla, como la Regla de los Benedictinos.
Goza de buena salud, tiene la cabeza despejada. Por su profesión es, o mejor dicho, ha sido un erudito, y la erudición todavía ocupa, bien que de manera intermitente, el centro mismo de su ser. Vive de acuerdo con sus ingresos, de acuerdo con su temperamento, de acuerdo con sus medios emocionales. ¿Que si es feliz? Con arreglo a la mayoría de los criterios él diría que sí, cree que lo es. De todos modos, no ha olvidado la última intervención del coro en Edipo rey. No digáis que nadie es feliz hasta que haya muerto".
"El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono, se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas [...] En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito…"
"Cuando empezamos a leer, nuestra relación con los libros pasa por la identificación con el personaje. Así, los lectores primitivos necesitan entrar ahí (no es casual que los libros tengan el mismo mecanismo y aspecto formal que los de una puerta) para unirse a la aventura. Con el correr de los años, el lector deja de identificarse con los héroes de la ficción para identificarse con la realidad del escritor. El cómo se cuenta una historia acaba imponiéndose por encima de la historia misma. No estoy seguro, entonces, de que los lectores evolucionen. Pienso que, tal vez, acaban perdiendo algo por el camino, lo más importante: la posibilidad de ser uno con el héroe, de combatir y vencer a su lado".